Dentro de la oferta turística de invierno y fuera de los clásicos destinos que atraen a la mayoría de los clientes, en las localidades costeras crecen las iniciativas para desestacionalizar el turismo y proponer otras formas de ocio, que cada vez cuentan con más personas interesadas.
Regresamos a Cambados para hablar con María José Cacabelos, representante de la asociación Gimatur. Esta asociación reúne a diecinueve trabajadoras del mar, diecisiete mariscadoras y dos redeiras y entre sus iniciativas, está la de organizar dos visitas guiadas a los bancos marisqueros donde trabajan. “Mañana tenemos una visita de un colegio. Son cien niños que dividiremos en cuatro grupos de veinticinco” explica Cacabelos. Las visitas a los bancos de O Serrido tiene un objetivo didáctico: explicar a los escolares y a los visitantes de dónde procede el marisco, cómo y quién lo cultiva y cuál es el proceso que tiene que seguir para poder ser consumido.
“Primero le damos a cada grupo unas botas de agua y un chubasquero si el día está mal: mientras unos se cambian, otros atienden a las explicaciones sobre lo que vamos a ver durante la visita” continúa María José.
Después de equiparse y saber qué van a ver, los grupos se dirigen a la dársena de O Serrido, donde ven trabajar a las mariscadoras y aprenden en qué consiste el trabajo: “Explicamos cómo es nuestro oficio: lo que hay que hacer para conseguir el permiso, las artes y los tiempos para recoger el marisco, las especies que hay en el banco y cuál es el tamaño que tienen que tener para ser recogidas. También les contamos todo el trabajo que no se ve tanto, como el mantener la zona limpia, vigilar que no haya furtivos y sembrar las crías” sigue Cacabelos.
Después de una hora y cuarto, más o menos, el grupo abandona el agua y la visita continúa por la ruta obligatoria que tiene que seguir el marisco: la depuradora. “es una fase que no conoce mucha gente. El marisco que va a ser consumido tiene que pasar obligatoriamente por la depuradora. Allí el técnico explica cómo es el proceso”.
A la lonja
El siguiente paso en la cadena es la lonja. De nuevo, una pequeña charla al grupo antes de sumergirse en una puja por el marisco.
No siempre es fácil hacerse un hueco en una lonja en plena fase de trabajo. Los compradores y vendedores intentan conseguir los mejores lotes al mejor precio y los curiosos visitantes tiene que vigilar para no entorpecer. “Claro, en la lonja primero vemos cómo es el día. Hace unos días había mucha gente porque entró la zamburiña, y ahí metimos a menos personas. Los grupos y lo que puedes hacer se va viendo en el día a día” comenta la responsable de Guimatur.
Por último, se hace una visita al puerto, donde se atiende al trabajo de las redeiras. “Es un trabajo fundamental para los pescadores que salen al mar, y no es muy reconocido. Allí les explican cómo es su labor y su rutina”.
La experiencia, que funciona desde 2004, es muy positiva. La apuesta por un turismo activo que implique a visitantes con lugareños cada vez atrae a más gente que quiere pasar sus vacaciones fuera de los lugares más comunes. Por no hablar, claro, de la desestacionalización. Esta es una iniciativa que funciona todo el año. Y que engancha. “Este verano vino una chica sola desde Andalucía. Vino sólo para esto. Nos sorprendió mucho, y estábamos encantadas, claro”.
Frente al predominio de la industria agroalimentaria y las grandes superficies por hacerse con el control de la producción de alimentos, las iniciativas como ésta están ayudando a crear una nueva conciencia sobre la alimentación a través del turismo. “Y también nos importa que la gente vea el mar y la playa como algo más que un pasatiempo. Es importante que vean que es un modo de vida que implica a mucha gente” reflexiona la María José.
Visitantes extranjeros
La visita tiene un precio simbólico que ayuda a pagar gasto e intendencia de la asociación. A los grupos de escolares se les cobran tres euros por la visita, mientras que los turistas abonan cinco euros por pasar un día viviendo el mar. La experiencia ya ha traspasado fronteras: grupos de escolares franceses de intercambios ya saben que la ameixa babosa sólo se puede extraer cuando alcanza los treinta y ocho milímetros, o grupos de alemanes, ingleses y franceses escucharon en directo la velocidad de una puja. Cacabelos apunta que el turista extranjero tiene un dominio amplio del idioma y que, seguramente, no sea del tipo que se pueda encontrar en el Levante. Y todos encantados.
Más información en la página de Guimatur