Para este joven bodeguero, las implicaciones de este premio aún se están desplegando: “Ayer mismo estábamos en una misión comercial con empresarios mexicanos y uno de ellos sacó el tema, no sé dónde lo había visto, pero ya nos da una idea de lo que puede suponer este premio” cuenta Manyo.
“A mí como técnico, me resulta un poco curioso que se valore la apariencia de una botella” comenta el galardonado bodeguero. Su trabajo es clínico, objetivo y empírico: son los sentidos los que juzgan la calidad de un vino, y una copa transparente que deja ver sólo lo importante.
Aunque no hay que dejar a un lado que el lenguaje visual y la sugerencia de la imagen es una carta de presentación ante el consumidor, que posee un conocimiento limitado.
Sea como sea, el fondo tiene que prevalecer sobre la forma: “puede ser que si te encuentras una etiqueta con un blasón y colores marfiles te diga lo que te puedes encontrar, un vino con sabor a madera, fuerte, pero también hay vinos con excelente presentación que luego no cumplen lo que prometen”.
Mar de envero nació por el amor y las ganas de Miguel Ángel Moreira, aunque sus ganas por ver cumplido su sueño enológico se encontraron pronto con las dificultades empresariales: “Dos amigos más, Breixo Reymóndez y Ángel Gómez, se unieron para llevar la parte empresarial y la comercial. Ahí empezamos de forma totalmente amateur a diseñar nuestras etiquetas: un horror. Colores chillones, tipologías de letras demasiado llamativas. De ahí contactamos con la empresa Emotive y David Oreiro, con paciencia y diplomacia se hizo cargo”. De esta manera, entre todas las propuestas, Mar de envero escogió la que resultó premiada: “Era algo sobrio, discreto y algo elegante” resume con modestia.
¿Y después, qué? El futuro de Mar de Envero tiene visos de seguir como el presente. La misma confianza en su trabajo que les hizo participar en el concurso sirve para seguir buscando nuevos mercados “el 96% de nuestra producción se queda en España. Ahora buscamos nuevos mercados”. Los objetivos están en Norteamérica: ya ha habido misiones comerciales para establecer relaciones con importadores de Estados Unidos y México. “Ahora el mercado estadounidense tiene posibilidades, les gusta el producto y tienen dinero. Lo mismo en México, aunque quizás no haya tanta cultura del vino, aunque están comenzando a participar de ella”.
Una de las particularidades de Mar de Envero es que es un albariño sobre lías. La crianza sobre estas finas lías pertenece a un modo de hacer las cosas que la producción industrial no puede permitirse por una cuestión de tiempo y dinero. “Yo controlo cuando está el vino, no hay un calendario preestablecido. Obviamente si tuviese una bodega que facturase diez millones de litros no podría hacerlo, pero es nuestro modo de hacer las cosas, y tiene que haber de todo”. Solo lamenta que no haya más unión entre los productores de la denominación de origen, aunque con la calma que atesora su albariño, espera que poco a poco se supere el minifundio atávico y los vinos de Galicia compitan unidos con su calidad como bandera.