Malditas vieiras
En cuanto a dejarlas de comer como protesta lo hago porque así deja de ser una determinación exagerada. Una vieira bien preparada, aún cargadita de toxinas, todavía sería una tentación. Y como el mal es a largo plazo, si te la sirven bien y en buena compañía… solo cabría oponerle la antigua jaculatoria: te perdono el mal que me haces por lo bien que me sabes. Y me la zamparía. Pero al darle un sentido de protesta, mi decisión toma más fuerza, más convicción, y me ayuda a mantenerla. Me privo de la vieira y por cada vez que las rechazo vayan cien patadas –figuradas- en los culos de las autoridades pertinentes hasta que griten: Malditas Vieiras! Las de Medioambiente, las de Pesca, las de Turismo, las sanitarias, se lo merecen por su dejadez, por su inoperancia, por su inutilidad. Porque hay que protestar porque la vieira enferma sea capaz de llegar a la mesa de un restaurante y también porque la enfermedad que contrajo, su persistencia y duración, está de manera muy directa ligada a la contaminación de nuestras ¿podridas? rías y al cambio climático.
Adolfo Gondulfes