Día 24 de diciembre del 2012
Hoy cenamos en uno de los dos hoteles que hay en DireDawa, en el Hotel Triangle. El mejor de los dos pero que ya deberían de haber remozado hace veinte años. Queríamos pescado pero no pudo ser. Y de carne solo había un cordón blue que se lo tomó el cooperante con todo el temor, porque la carne estaba cruda. La japonesa y yo nos conformamos con una pizza. Pero nos aprovechamos de que había wifi y nos hartamos de poner WhatsAp y de hablar por Skype y por FaceTime.
La cena se nos ocurrió de golpe porque nos cogió la noche por el centro y el hotel nos quedaba de paso en el regreso a casa. Sobre todo queríamos saber si tenía Wifi, y lo tiene. En Dire hay muchos ciber, en nuestro barrio ya tengo localizados cinco, pero los ordenadores no son muy veloces y las sillas no son muy cómodas, abundan las que están vencidas o rotas, y los teclados son en ingles y en arabe. si corrijo algo, como ahora, no puedo utilizar acentos ni la n con la rayita encima.
Así que con la cena aprovechamos para celebrar el cumpleaños de Javier que estrena hoy los 31. También fue nuestra Nochebuena. El postre lo tomamos en casa. Era la sorpresa de Papa Noel, una docena de polvorones Felipe II. Sobraron nueve. Fue nuestro guiño navideño. En Etiopía la navidad se celebró en septiembre y nosotros llegamos tarde. En Addis Ababa, el restaurante donde comimos tenían un Papa Noel de trapo en la terraza. Pero enDireWara no he visto ninguno y tampoco un nacimiento. Y eso que hoy estuve haciéndole fotos a una de las pocas iglesias católicas que hay, la de San Agustín, que está por el centro.
El centro de esta ciudad está mas urbanizado que nuestra zona. Bueno esta urbanizado, que nuestra zona no lo está. Pero no hay muchas viviendas, casi todos los edificios son de oficinas y edificios públicos. La plaza principal es la plaza de la estación que lleva cerrada unos cuantos años, porque tras una intervención patrocinada por la Unión Europea para mejorar el transporte por ferrocarril, el ferrocarril despareció. No se mas, pero me imagino que acciones como esta justificarán la pobreza de Etiopía.
Al centro se va andando desde nuestra casa, unos cuatro kilómetros, o en las moto-taxi que aquí se llaman bajaj y que pululan como moscas por todas partes. Los hay grandes y pequeños. Los grandes son colectivos, tu les haces una seña y si hay sitio te paran, y puedes viajar pagando 2 Birr, y los pequeños son para ti solo pero pagas unos diez por el viaje. 10 Birr son cincuenta céntimos de euro. El doble de lo que me costó desayunar hoy, al borde de la carretera, un te y una torta como un pan fino. En esto de hacer las cuentas hay que andar con cautela. Es bueno saber lo que cuesta en euros, porque en euros está nuestra caja de resistencia, pero tampoco conviene hacerlo con mucha frecuencia, porque casi todo nos puede parecer tirado. Es bueno partir del principio que todo es caro, porque para la mayoría lo es. Sino, puedes andar ofendiendo a muchas personas.
Hoy teníamos dos razones para ir al centro: comprarme un móvil y reservar los billetes de los aviones para irnos al norte el día uno. Pero tuvimos que cambiar los planes, no teníamos vuelo hasta el día dos. Así que decidimos volar a Addis Ababa el día 31 y allí alquilar un coche para recorrer los setecientos kilómetros de carretera que nos separan del nacimiento del Nilo. Del nacimiento del Nilo etíope. El Nilo azul.
El problema de la excursión está en que no sabemos cuanto tiempo nos van a llevar esos setecientos kilómetros, ni si vamos a tener donde dormir cuando se nos caiga la noche. Pero tenemos una semana para resolverlo. El viaje que hicimos ayer a Harar se nos complicó un poco cuando tuvimos necesidad de utilizar un cuarto de baño. Es uno de los principales problemas que tenemos. Cuestión de costumbre.
Aquí no se puede ir al medio del campo, porque el medio del campo está lleno de gente. Hay gente por todas partes, y mucha. Y en los lugares donde se come o se bebe no hay servicios. Aguantamos como pudimos hasta que encontramos la zona de hoteles. Elegimos el mejor. Ya no es cuestión de encontrarlo limpio, sino de no mancharte o no caerte. Y si pides papel, confórmate con media hoja de libreta escolar usada. No hace más de cincuenta años que en las aldeas de Galicia se iba alas cortes o a en mitad del maíz. En el lugar de Arosa, en San Martiño de Meis hay una finca que todo el mundo conoce por “o Caghadoiro” . Y es un lugar muy resguardado. Ser pobre es lo que tiene. Lo malo que aquí nunca sabes donde está ese lugar muy resguardado. La escritora Luisa Castro cuenta en “Viaje con mi padre” que su abuela era muy innovadora y que fue una de las primeras de la aldea en instalar un retrete en su casa, lo puso directamente sobre dos tablones en las cuadras de la casa.
Por cierto, la casa en la que vivimos, en el ensanche de WireDawa, es una casa como esas que alquilan en las rías baixas para pasar el verano. Tiene patio delantero en el que entrarían tres coches si no estuviera la caseta del guarda, un porche, al que le dan sombra dos árboles, en el que comemos y cenamos y en el que escribo este blog cada noche, un salón amplio, tres habitaciones, un cuarto de baño y un servicio. Detrás están la cocina, la lavandería y un servicio que utilizan los guardas. El único defecto es que el agua es por goteo, por lo que nos vemos en la necesidad de recogerla cada día en unos cubos y son los que después utilizamos, con muchas restricciones, para lavarnos nosotros, la ropa y la loza. No hay problema el goteo nos da la suficiente, aunque siempre sea fría.
Hoy fue lunes y a primera hora las calles de Dire se llenaron de niños uniformados. Iban en los bajaj y andando. Los había por todas partes. En el cruce de nuestra casa había a las siete de la mañana uno de esos moto-taxis con tres niños abordo esperando por otros dos. En la avenida del fondo los niños pasaban en grupos de amarillo y verde, de marrón, de azul y blanco. Y como si fuera un ensayo general todos se mezclaban y revolvían pero al fin todos acertaban en la dirección que deberían de ir. A las niños de Dire les pasa como a los de todo el mundo. Están cansados de ser niños y se les nota en la manera de ponerse el uniforme. Quieren ser mayores de una vez. Y no me extraña, es mucho mas divertido.
En el centro hay varios cafés por que es lugar de paso, de un barrio a otro, de visitas a oficinas y a instituciones. En el bar de enfrente de la estación suelen acabar los pocos turistas que por aquí vienen, porque tiene una sombreada terraza y llama la atención en aquella plaza. Sin embargo, el cooperante me aconseja mejor, otro que está cerca, el Elga Café, que tiene sucursal por nuestro barrio. Allí nos tomamos esta tarde, Kayumi y yo, un bizcocho riquísimo que sabía a limón. Y aprovechando que pasó por allí un vendedor ambulante de bocadillos de algo vegetal con picante, la japonesa compró uno para el cooperante, pero acabó comiéndoselo ella y una niña que vino a pedirle un trozo.Yo aproveché para hacerle fotos, al del carrito, a los postres, a los camareros y al dueño de Elga, que estaba todo orgulloso de que hubiera decidido fotografiarle sus postres. Eso si, no me permitió hacerlo hasta que los hubo dispuesto como mejor supo.
Esta mañana me despertó Javier, a las seis y media, diciéndome en tono compungido, Abuelooo, está nublado. Y en seguida me dijo que era una broma, al ver mi cara de disgusto. Hacía sol, como siempre. Y a Kayumi le pareció bien quedar conmigo para ir al mercado a comprar verduras. Zeido es un mercado, como veréis en las fotos, lleno de un colorido espectacular. Desde alli me marche andando al centro acompanado de unas manadas de burritos y sus, ignoro como se llam a las conductoras, que me dejaron acompanarlas haciendole fotos. Los burros, como las cabras, como podeis ver tienen preferencia ante el trafico rodado.
Bueno, ya son las once, aquí ya duermen todos incluido el guarda. Es la primera Nochebuena en que me voy a la cama sin escuchar un villancico. A cambio estoy en camiseta, bajo un cielo estrellado y ganándole la partida al invierno. Por ahora 4-0.