Diario de un viajero por Rodolfo Lueiro:destino Etiopía

7 de enero de 2013

Hoy por la mañana  he decidido colgar en este blog las fotos de los paisajes que he retratado entre Bahir Dar y Gondar y que no pude colgarlos por falta de espacio.  Tenían que competir con la aldea de Tis Abay y con las cataratas del Nilo.  Son paisajes de los valles del norte de Etiopía donde el clima es más caliente y más húmedo.  Son de los valles que hay que recorrer entre Gondar y Bahir Dar, insisto.  Porque el cooperante dice que debo de poner los de las montañas de los babuinos que estos parecen de Castilla.  Y yo creo que no, que no tiene nada que ver con Castilla.  No es por usar un tópico, pero el paisaje castellano es mucho más sobrio, muchísimo mas.  Y  la distancia de Bahir Dar a Gondar es 180 kilómetros, que no es tan poco.  Y las montañas de los babuinos, que son decenas y decenas de kilómetros de montañas ya los pusimos hace tres días.

A las fotos les falta nitidez.  Están hechas desde la furgoneta en la que viajamos, esa en la que íbamos 19 en nueve plazas,  y a través de los cristales sucios de la ventanilla que no se podía abrir.  Limpié los cristales lo que pude con la manga de mi cazadora.  Creo que valió la pena y espero que la porquería que se llevó le salga en uno o dos lavados.  Es posible que os parezcan unos  paisajes demasiado dulces, demasiado suaves, demasiado acaramelados.  Debe ser por la luz a esa hora de la mañana.  Viendo estos paisajes reconoceréis que Etiopía es un país precioso al que vale la pena venir. Un país al que se debería declarar Patrimonio de la Humanidad.  Para preservarlo.  Y esa paz que trasciende de las fotos es la que se respira aquí.  Ignoro los datos de criminalidad de este país y posiblemente no sea muy bajo, dadas las carencias existentes, pero la sensación que te da la calle es de total tranquilidad.

En Etiopía los cristianos celebran hoy su Navidad.  Las carnicerías que normalmente tienen una única pieza colgada, hoy no tenían ganchos suficientes para exponer las cabras y corderos que habían sacrificado.  Me imagino que de acuerdo con las normas del islán, aunque solo sea para no perder clientes, pues este barrio, Sabateña, es un barrio de mayoría musulmana.  Y es ha sido una de las razones por las que no pude colgar la página del día seis hasta media mañana.  Los cíber estaban cerrados.

Y esta noche llovió.  Sorprendente.  Veníamos del norte, donde te tenías que poner un jersey o una cazadora por la noche, y al salir del avión, ya nos encontramos metidos en un empalagoso calor  de mas de treinta grados. Pero se agradecía.  Está bien esto de estar en camiseta día y noche.

Dormí con la ventana abierta a pesar de la amenaza de los mosquitos.  Es difícil que me piquen.  Debo de tener mala sangre porque no suelen picarme los bichos. Bueno, no hace mucho limpiando un beiral en Meis me pico una avispa en la cabeza que me tiró al suelo.  Parece exagerado pero es que estaba yo en muy mala postura y el picotazo acabó por desequilibrarme. Pues esta noche llovió.  Serían las dos o las tres cuando me despertó lalluvia.  Tardé un tiempo en asimilar los ruidos, pero me parecía que llovía.  Me asomé a la ventana y, por un momento, creí que el guarda de noche se estaba duchando.  Esto solo se puede pensar cuando se buscan causas sorprendentes. Y enseguida vi como brotaba el agua por un desagüe del tejado.  Estaba lloviendo. Increíble.

Por la mañana fue el primer comentario que le hice al cooperante que lo puso en duda.  Corrió las cortinas y vio que lucía el sol como siempre, pero el suelo todavía no estaba seco.  El segundo fue, no hay luz. Y estuvimos sin ella hasta las siete de la tarde.  Cuando volvió ya era noche cerrada desde hacía una hora.  Y la gente del barrio, de nuestro barrio, la recibió con algarabía.  Caramba, que palabra, algarabía.  Digamos que con alboroto.  Tenéis que situaros.  En los barrios solo hay luz en las calles principales.  Es decir, en el tres o el cinco por ciento que es donde están la mayoría de los bares, de los pequeños ultramarinos, de los ciber y de las mujeres que se ponen en el suelo a cocinar por la mañana las tortas y por las noches unas especies de empanadillas rellenas de lentejas o de patatas que están muy buenas,  y en ocasiones unas bolas de masa con unas bolitas negras dulces por dentro y también una especie de donuts grandes y grasientos.  En las calles que no hay luz pública nos guiamos por la luminosidad que asoma de las casas por encima de los muros de cada parcela.  Te acabas acostumbrando.    Y esto es en una ciudad de trescientos mil habitantes.  Como Vigo.   Os imagináis en Vigo andar por las calles sin luz.  Nos daría miedo.  Y aquí andamos a oscuras sin saber con quien te estás cruzando, y tienes un 80% de posibilidades de que sea un habitante de las chabolas, una persona que no tendrá donde dormir ni que cenar esta misma noche.  Y lo último que se te ocurre es pensar que es una persona peligrosa, porque no lo es.

Hay dos cosas que necesito aclararos.  Los barrios son como tabletas de chocolate con las onzas rectangulares.  En cada onza hay varias parcelas y todas las parcelas están cerradas por un muro alto, de unos tres metros, con un portalón de entrada de coches. La vida se hace hacia el interior, a la calle no dan ventanas, solo un muro corrido con una sola puerta.  En algunos casos se abre una ventana en el muro exterior, y esa ventana es una tienda, es escaparate y mostrador a la vez.  En nuestra calle hay dos así,  uno vende CDs y vídeos y en la ventana de enfrente hay un ultramarinos.  Lo curioso es que dentro de cada parcela puede haber un buen chalet estilo europeo o una chabola o un taller de chapa. En una misma calle puede haber una mezcla total de todos los niveles económicos de la ciudad.  Los ricos se delatan por las medidas de seguridad extra que se toman.  Esa es la segunda aclaración, que en una misma calle convivimos los mas afortunados con los mas desafortunados.

La falta de luz eléctrica durante todo el día nos causó algún pequeño problema, se quedaron sin batería los teléfonos y los ordenadores.  Y para pasar los datos al blog tuvimos que irnos a un hotel, al Selam Hotel, que acabó desplazando al Triancle Hotel, en nuestra lista de favoritos.  Incluso hoy nos quedamos a comer en el Selam y comimos bien dentro de lo que cabe.  El pan era de molde y de postre tan solo había helado y pedimos uno que acabamos probando los tres.  Después de la comida yo me quedé solo para aprovechar la wifi e ir subiendo algunas fotos, pero a la media hora se vino abajo la conexión y ya no se recuperó en todo el día.  Yo sospecho que lo apagan, porque siempre se corta la conexión por las tardes.  Sin Wifi ya no hacía nada en el hotel y me vine andando hasta casa, uno cuatro o cinco kilómetros que se andan muy bien, si no tienes prisa, como es mi caso últimamente.  Paseo que aproveché para venir haciendo unas fotos.  Las de los muros cerrando las casas,  las de unos niños compartiendo un triciclo roto y las de tres niñas que estaban por el barrio, para que veáis que no todos son musulmanes ni todos pobres.  La de los niños con el juguete roto,  cuando la estaba haciendo pensaba en el bazar que para ellos solos tuvieron mis nietos ayer mismo.   Para tomar nota.

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