Diario de un viajero por Rodolfo Lueiro: destino Etiopía

9 de enero de 2013

Otra vez cambio de planes.  No nos iremos a Jijiga hasta mañana.  Saldremos a primera hora, a las seis, porque tienen trabajo para dos o tres días.  Su organización está financiando la puesta en marcha de cooperativas y están previstos varios talleres.  Y quieren subir a las montañas para observar como se desarrolla el trabajo en las aldeas y encontrar las debilidades porque no todos los proyectos prosperan.  Las organizaciones no gubernamentales, todas las ONGs extranjeras han de trabajar en el interior del país con ONGs locales.  En todos los países del mundo es igual.  En este caso la ONG en que trabaja el cooperante, es una organización internacional, que en Etiopía ciolabora con una organización de la iglesia católica, que en este país es una iglesia minoritaria.  Y más en Jijiga donde casi el 100 por cien de la población atiende a las constantes y monótonas llamadas de la  mezquita.

Así que de nuevo día libre en Dire  Dawa.  Por la mañana me doy un paseo por el barrio y retrato a personajes imprevistos.  Dos estudiantes de empresariales, un cura, una mujer que le acompaña, la dueña de un restaurante, a la que ya he retratado en otras ocasiones, y la dueña del ciber que mas frecuento, la que vengo llamando la cristiana.  Ellos son algunos de los que mejor viven en nuestro barrio.  Todavía no me atrevo a llamarles clase media, como mucho lo dejaría en clase media baja.  Están muy por encima de la clase obrera pero todavía no tienen acceso a lo que nosostros denominamos consumo.  Acceso que está muy limitado a un grupo muy reducido de familias que tampoco serían la clase media/media alta que nosotros conocemos. En todo caso, estos serían la clase media/media de la que en nuestro barrio hay algunos representantes.  Son los que tienen coche en propiedad, coches todoterreno que en su mayoría son de la marca Toyota.

Camino del Zeido vuelvo al local donde se vende chat y le pido permiso para hacer una foto, el que vende me lo concede y se queda para salir retratado junto a la mercancía.  En este caso me pareció un vendedor mas poderoso pues disponía de un buen local para la venta. Por eso entré a hacerle la foto.  El chat es la droga que circula por aquí.  está permitida y existen diferentes niveles de consumo.  Los hay que están enganchados y los hay que solamente la mastican los fines de semana o cuando están de marcha.  Se vende en la calle, en las aceras, pero suelen ser señoras mayores o los mismos consumidores quienes la venden.  La probé, es una hierba mas, un poco amarga,  pero para que te haga un efecto alucinógeno tienes que mascar como cien o doscientos gramos.  No lo ponen fácil el aprender a amar el chat.  Además,  como decían los rojos de antes, lo que alucina de verdad es  la realidad si la sabes ver.  Y aquí hay sobredosis de realidad.

En el centro ya, me acerco al café de enfrente de la estación y retrato a la camarera, que me pide la máquina para enseñarle su foto a unos clientes que están en una mesa cercana.  Está muy bien. Ella misma lo dice.  A que soy una mujer hermosa.  Si, si, le digo.  Pues invítame a una Coca Cola.  No gracias, muchas gracias, le contesto.  A veces no conviene entenderlo todo.

En el Makonnem Bar, que es como se llama el café, hay como unas diez mujeres atendiendo la barra y las terrazas.  Los clientes, como en todos los bares y cafeterías de Dire Dawa, son mayoritariamente hombres.  Hoy,  en la terraza en la que estoy no hay ninguna mujer. Y ayer solo había una, escasean tanto como los ancianos.  En las ciudades que hemos visitado, ni en las aldeas en que estuvimos, es fácil encontrar a personas mayores, sobre todo hombres.  Y aquí tampoco se ven por las calles.  Y con los que te cruzas suelen ser campesinos y son pocos.  Del centenar de hombres que estaban en las terrazas del Elga Café y del Makonnen Bar posiblemente ninguno superase los sesenta o setenta años.  Demasiadas guerras, demasiadas hambres para sobrevivir.

En las aceras hay mucha gente, hace mas calor que otras  mañanas pero no parece importarles mucho.  Es normal que la vida se haga en la calle, el buen clima anima y en las casas la vida es imposible, en ellas es demasiado patente la miseria.

Hoy fotografío casas.  En la primera hay un juego de verdes que creo que van a dar muy bien en la cámara, además delante de la casa hay una colcha con algún producto de la huerta puesto a secar, posiblemente pimientos y le da vida a la foto. Poco después, al cruzar la calle veo a  unas niñas que salen del colegio y que  la van ocupando despreocupadas por un tráfico que apenas existe.  Y sigo, pero ante el segundo edificio una niña me coge de la mano y me lleva junto a su madre, que está sentada en la acera con dos niños mas.   Le señalo a su hija y la niña insiste delante de la madre.  Le hago las fotos.

Una mujer me grita desde la acera de enfrente, es una vecina que quiere ver que hago, le digo que retrato casas y me invita a entrar en la suya.  Es una iglesia.  No me lo puedo creer, vive en una capilla.  Me invita a pasar al patio y le hago un retrato al edificio intentando coger la fachada, apenas hay espacio.  Con timidez le hago una foto al patio repleto de porquería desordenada. Me dice que la siga, pero cuando voy a entrar en lo que era la sacristía un hombre en camiseta  de tiras  me sale al paso preguntándome que busco.  Le digo que retrato casas.  Por qué?.  Porque me gusta.  Hoy me gusta retratar casas.  Pues adelante, creo entenderle,  y él mismo me introduce en la iglesia.  Todavía están los retablos del altar.  Pero como tengo dudas, no se exactamente si le he entendido bien, me acelero y voy disparando sin detenerme mucho.  Me resulta violento.  Además, la mujer que me introdujo en seguida me abre la puerta para que salga.  Se habrá arrepentido, pienso, y me voy consciente de que no lo he cogido todo.  Pero no me atrevo a insistir.   También pienso que soy tonto porque ellos no son conscientes de la miseria en que habitan. Y a lo mejor la mujer decidió salir porque se aburría.

En el portalón de hierro de la salida me encuentro con una chica que entra y la fotografío sin pedirle permiso.  No se entera.  Ya en la calle le pido a la mujer que pose para mi y me dice que no.  Pero lo piensa mejor y me lleva al pequeño ultramarinos que tiene en la acera, pegadito a su  iglesia, y me deja retratarla por encima del mostrador.

Antes de irme le hago unas fotos al edificio por fuera intentando captar que era una iglesia.  Dos mujeres musulmanas que pasan por delante se quedan en la foto.  Y en la siguiente, que es un almacén de harina con la fachada decorada sicodélicamente.  Y en otra mas, porque vuelvo a tropezar con ellas en la calle y sus colores quedan bien para una foto, que le hago.

Mañana nos iremos a Jijiga.  Sobre la marcha voy aprendiéndome los nombres y la ubicación en el mapa de los lugares a donde vamos.  Nunca realicé un viaje más indocumentado.  La precipitación con que me vine la estoy pagando con la desinformación que sufro.  Ya se que está internet pero aquí no siempre está a mano y los ciber son un poco desesperantes.  Se nota también en las precipitadas crónicas que escribo, casi siempre sin corregir hasta dos o tres días después de que ya están colgadas.  Lo siento por vosotros que os tragáis faltas inadmisibles y errores lamentables.  Pero, por cierto, en los treinta kilómetros que hay entre el lago Tana y las cataratas del Nilo, el guía insistía que había cocodrilos.  Yo también lo dudo.  También cuentan que cerca de Jijiga hay un parque natural donde todavía viven en libertad leones y elefantes.  Pero hace años que nadie los ha visto.  Es cuestión de fe.  Mañana retrataré alguno.

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