19 y 20 de enero de 2013
Estoy en El Cairo. Escala obligada porque no hay vuelo directo Addis Ababa- Madrid. El viaje casi bien. Durante dos horas y 45 minutos dando botes y sudándome las manos, pero la última hora parecía que íbamos montados en una gaviota. No se oía ni el ruido del motor. Preciosa la entrada en El Cairo coincidiendo con el despertar del día. Suena un poco cursi, pero es que era así. El sol ya había salido como veinte minutos antes y apenas se veía movimiento en la ciudad salvo en las avenidas más importantes. Hay cientos de chimeneas que no sé si expulsan humo de algún tipo de combustión o vapor de agua, pero la nube que formaban cubrían una parte de El Cairo deshilachándose conforme se alejaba. El piloto, me imagino que por obligaciones técnicas, nos dio un paseo por la ciudad, que es muy grande y sorprende por la construcción tan abigarrada que tiene. Jo! Como estoy hoy. Sorprende porque parece que los edificios son todos muy altos y sin embargo están muy juntos. Es posible que lo que busquen sea la sombra, porque sol y espacio les sobra. El Nilo majestuoso ya desde que lo vimos al amanecer, cuarenta o cien kilómetros antes, cuando todo era un inmenso y desolador desierto.
Ahora todavía me quedan casi seis horas de vuelo hasta Madrid. Bueno nunca se sabe, porque siempre salimos con retraso y llegamos muchas veces a la hora. Hoy, por ejemplo. Salimos de Addis con casi cuarenta minutos de retraso y llegamos con tan solo uno a El cairo.
Addis Ababa es otra cosa. Para empezar pagamos por comer Javier y yo, el triple de lo que comeríamos en Dire Dawa. Claro que aquí comimos bien. Y cenamos. Dimos con uno o dos sitios a donde van los que tienen dinero en Addis y, por supuesto que es como en cualquier ciudad europea. La diferencia es que a la salida te acompaña una nube de niños harapientos, azuzados por sus madres esqueléticas para que les des algo. Pero, cosntatado, los ricos siempre viven bien, vivan donde vivan. También es otra cosa el Duty Free del aeropuerto internacional. Ahí si que había tela de todos los colores y de muy buena calidad. Cosas preciosas. Ya os dije que en una ocasión me había cruzado con dos mujeres etíopes bien vestidas y que me habían dejado impresionado. Pues, como mínimo se debían de vestir en el Duty Free. Bueno, quiero decir etíopes vestidas al modo tradicional, porque en el Bilo´s Patry vestían todos con la moda occidental, como siempre visten la mayoría de los hombres, pobres y ricos. Por ecierto, en el Bilo´s había unos helados y unos postres de aspecto maravilloso, que me resistí a probarlos, no quería venir pasando apuros en los aviones. Nunca se sabe. Todavía no estamos acostumbrados, un mes no es suficiente.
Las fotos de los personajes de hoy son todos del barrio en el que he vivido este mes, en Sabateña, en la casa del cooperante. Como no tenía nada mas que esperar a que dieran las once para irme al aeropuerto, me sent´en el Elga 2 y le disparé a todo el que pasaba. Me vengué de los camellos, de los que iban y de los que venían. E incluso una de las fotos en la que se cruzan con un hombre hablando por el móvil, es una buena muestra de las contradicciones. Por su aspecto es un hombre económicamente bien situado. Fijaros que no lleva chanclas, que es el calzado nacional. Incluso los ricos las llevan. Pero un hombre de este aspecto no, parece un profesional o un hombre de negocios. Otra cosa es si llevara chilaba o fuera de moderno, entonces las chanclas serían unas sandalias de marca. Ya os pondré una foto de una chica bien con chanclas de la clase media.
También le hice fotos al cierre del hotel que en el barrio estaba construyendo Pan, el rico del pueblo, y que ha paralizado a raíz de la crisis económica, supongo. Aquí la crisis viene de la mano de la cooperación internacional, si se reduce esta pues se reducen los ingresos en el país. Me gustan esos cierres de latón tan viejos y tan estropeados después de una larga y dura vida haciendo de todo. Ahí están destartalados, oxidados, con cicatrices de mil apaños y con los restos de pinturas de cuando fueron vallas cuidadas. Como nosotros mismos.
Embarco, están llamando a los que tenemos el destino en Madrid. Mientras se consume la cola voy a subir lo que llevo escrito y el resto lo cuelgo en Madrid, cuando llegue a casa de David, que por cierto, no sé si sabe que le caigo hoy toda la tarde en su casa. Como tiene wifi.
Las chanclas es el calzado universal en Etiopía y sin embargo, está llena la ciudad de niños y chicos dedicándose a limpiar zapatos. Bueno, zapatos y zapatillas y tenis. Están especializados en lavarlos y dejarlos como limpios. No como nuevos. Una vez, en el chiringuito donde desayunaba cuando no lo hacía en el de la carretera, aquel en el que la dueña me hizo una rebaja un día, en que me cobró 3 birr en vez de los 5 habituales, pues bien, ahí me encontré con un joven desayunando que solo llevaba una chancla. A que resulta sorprendente, que alguien pueda llevar solo una chancla. Pues yo lo vi. Me imagino que tendría las chanclas a medias con otro y en vez de actuar de manera razonable, hoy de las pones tu y mañana yo, pues repartieron a la mitad, hoy te pones tu la izquierda y yo la derecha. Pues todavía el cooperante y yo vimos algo todavía más sorprendente. Ya sabéis que los etíopes son muy aficionados a las carreras, no se si porque les gusta correr o porque es una forma de ganarse la vida. en cualquier maratón o carrera pedestre siempre hay un etíope entre los primeros clasificados. El primer día que llegué a este país, cuando estábamos el cooperante y yo en Addis que fue el día que le robaron, andando, andando, acabamos en un estadio polideportivo en el que se celebraban varias carreras de distintas velocidades. Y allí había un ojeador occidental, por no decir blanco, buscando chicos que corrieran bien para llevárselos a correr por el mundo a cambio de un porcentaje de los premios. Pues a lo que iba con lo de las chanclas, que me enrollo más que mi abuela Carmen o que Carolina, que también se las trae. Un día, de repente nos encontramos en la calle en la que estábamos desayunando con un montón de coches con banderas y megafonía que armaban un jaleo tremendo. Detrás iban dos chicos corriendo, disputándose el primer puesto, y mirando para la cámara de televisión que les gravaba desde el último coche de la caravana. Bien. pues poco después de estos y muy por delante de otros muchos, iba un tío corriendo y llevaba chanclas. No nos lo podíamos creer. E iba en un pelotón en el que los demás iban bien calzados. Pues eso. Las chanclas son algo más que el calzado de la mayoría. Son un símbolo de Etiopía aunque nadie haya pensado en utilizarlo, porque no luce muy bien. las chanclas son la alternativa al pie desnudo, que todavía se ve mucho en las ciudades y muchísimo en el rural.
Ya es casualidad que haya retratado al último vecino que se incorporó al barrio. Se trata de un tirado, uno de esos que andan medio desnudos, que duermen en la calle a cualquier hora del día, y que están permanentemente mascando chat o como si lo mascaran, pues están totalmente al margen de la vida. Hace unos días tan solo que armó su tienda de cartón y ahí está todo el día. En mi última mañana cuando me acerqué a retratar a dos hermanos, el mayor cuidaba al pequeño que tenía una bicicleta, allí estaba él desperezándose. Y así se quedó.
Tuve suerte, pude fotografiar a tres chicas del barrio, tres cristianas que por su manera de vestir, dan otra imagen del barrio y de la ciudad. La moda occidental a veces sorprende. A mi me llama la atención como algunas mujeres visten igual que se viste aquí, en España, sin tener la posibilidad de todas las tiendas que hay en cualquiera de nuestras ciudades. Y no solo por su capacidad de conseguir la ropa, sino también por la ruptura que significa que vayan así vestidas en un país donde las religiones marcan el comportamiento colectivo. He visto a chicas vestidas con tanto atrevimiento e informalidad como las pudiera ver en cualquiera de nuestras calles y no me pareció que llamaran sólo mi atención. Ya ves, después de un mes todavía estoy en parvulitos de Etiopía.
En este último día en Dire Dawa, celebraban los cristianos, los ortodoxos, que los católicos aquí son cuatro, la Epifanía. Está en tres fotos. En una en que se ven unos hierbajos tirados por el suelo de la terraza de una cafetería y en otras dos en las que se ven a mujeres mirando a la cámara con unos gorros de papel y en otra en que se ven a tres chicas de espaldas ataviadas de blanco regresando precisamente de la celebración en la iglesia del barrio. Lo de cubrir de hierbas el suelo se suele hacer también en otras celebraciones.
Las únicas fotos que no son del barrio son las que hice ya de viaje. La del aeropuerto de DireDawa, la vista aérea de Addis, la de la plaza mas cosmopolita de capital, la del interior del taxi que nos recogió en el aeropuerto y la del paisaje del aeropuerto de Dire Dawa, paisaje de acacias, típico africano.
Y entre los fotografiados del barrio no podían faltar ni el fotógrafo ni el caballo. No tienen nada que ver entre ellos, salvo lo de la vecindad, aunque por lo lento que es, este caballo bien podría ser el del fotógrafo. Porque ya sabéis, que está cojo, tiene las dos patas de delante mal, no apoya los cascos sino los tobillos, si tienen tobillos estos animales. De manera que su desplazamiento es siempre con mucha lentitud. Cruzar la calle puede llevarle una hora y media, , cosa que hace, por lo menos, dos veces al día. El retrato está hecho en la esquina que sube al Zeido, justo delante del estudio del fotógrafo. El animal está buscando algo de comer junto a la hoguera encendida por la barrendera para quemar la porquería que recogió esa mañana en la calzada. Y al fotógrafo lo retraté con una chica que estaba en la tienda y fue él el que me pidió que le hiciera el retrato. Este es el hombre que me cobraba lo que le daba la gana por el revelado de las fotos. Al final nos hicimos amigos, cuando se dio cuenta que entre las fotografiados de la calle estaba su hermana y sus amigos.
Ya estoy en Madrid cerrando el viaje. Llegué en el vuelo de Egyptair con media hora de adelanto. Hubiera llegado a tiempo para el avión de Iberia e, incluso, para el tren de las 15.00 horas. Pero quién podría apostar por la puntualidad? Esta noche dormiré en el tren. Cansado debo de estar para dormir de un tirón, pero no creo que lo haga. Solo lo hice una vez en los últimos 34 años.
La llegada bien, me acabo de tomar una pulguita de jamón, dos Coca Colas light con todo el hielo que entraba en el vaso y un postre de dulce de leche, muy pegajoso pero muy rico. Con la propina 249 birr. En Dire Dawa hubiéramos comido cinco.
No sé si os ha servido para algo esto de leer lo que llevo escribiendo los últimos treinta y tantos días. A mi para hacer de este viaje una historia inolvidable. Tanto, que a lo mejor me engancho en esto de andar por el mundo.