Viniendo de Madrid un mes de agosto, acostumbrado a las estrecheces de los lugares comunes de veraneo de los de mi ciudad, quede sorprendido ya que éramos de la docena (o dos docenas) de veraneantes, que disfrutábamos de una población como oculta en el tiempo Vegadeo cuyo ambiente parecía estar a decenas de quilómetros de la vecina Ribadeo, de un pueblo por cuyo centro pasaba un rio truchero… vamos ¡la pera!.
Sentí allí que aun quedaban en nuestro país cosas, gentes y costumbres genuinas, tanto como la vecina región de los Oscos, un lugar agreste y apenas poblado al que Galicia tiene algo grande que agradecer, pues allí nació el Marqués de Sargadelos, el creador en el siglo XIX de la famosa cerámica y de tantas industrias desde la Mariña lucense, hasta el Ferrol, que hoy se consideran netamente gallegas.
En los Oscos uno se encuentra en un país de nieblas y de ensueños, como en una tierra encantada, una región tan dormida como autentica, con una artesanía veraz y una gastronomía de autosuficiencia novedosa. Lugares interesantísimos como el Mazo Novo, la Casa Natal y museo del Marqués de Sargadelos, (cuya Casa palacio es hoy el Ayuntamiento de Ribadeo), rincones románticos como las ruinas del monasterio de Villanueva de Oscos…. Y la gente ¡ay la gente de los Oscos!, ¡descubrid los Oscos! Antes de que sea tarde. De Lugo y de su Mariña… ya hablaré.
Antonio Caballos
Presidente de Honor Aemav