Uno de los pescados gallegos por excelencia regresas a las plazas y restaurantes de Galicia como cada enero. La lamprea, cocinada y apreciada por los romanos, vive su particular exaltación en la localidad pontevedresa de Pontecesures, donde los pescadores recogen de sus nasa-butrón a este pescado sin escamas y gelatinoso.
Y aunque la nueva temporada ha comenzado con muy poca abundancia debido al bajo caudal del río, se espera una mejoría en febrero y marzo, sobre todo si hasta entonces se registran las lluvias necesarias para aumentar el caudal del río y llegado el momento cambia el tiempo para dar predominio a los vientos del norte.
Mientras tanto vamos pensando en donde poder disfrutar de un plato de este preciado pez, aunque no sea un plato popular por su precio. Su veda sólo se levanta durante cuatro o cinco meses, de primeros de año hasta que canta el cuco; su aspecto no es común, es uno de los seres más primarios y menos evolucionados del mundo animal; y, además, se alimenta de la sangre de sus víctimas, sean tiburones, bacalaos, salmones o mamíferos marinos. Y para mayor disgusto, su preparación más común es guisada en su propia sangre, a la Bordelesa. Si a lo descrito le pone peros, absténgase entonces de probarla.
A la lamprea hay que acercarse con el convencimiento de que se va a disfrutar de un plato único y extraordinario. La lamprea es singular. Podríamos decir que no es ni carne ni pescado, que es otra cosa. Es una especie que tiene más de 500 millones de años y que se sigue capturando con las mismas artes con que se capturaba hace cientos o miles de años. Por lo tanto, una empanada de lamprea o una lamprea a la Bordelesa es un acontecimiento histórico-gastronómico que ya solamente se puede disfrutar en Galicia entre los meses de enero y mayo.