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Vivir es posible en la Zona Monumental

by labsgrup_pablo

calle zona vieja de santiago de compostelaCada vez hay menos vecinos y también menos viviendas en la Zona Monumental, ese territorio delimitado por las antiguas murallas ya inexistentes, que este año ha sido visitado por un desmesurado número de turistas. Precisamente, en el transcurso de este año 2017, viendo las consecuencias que para la vida vecinal tenía el turismo masivo en otras ciudades de España y de Europa, en Santiago hay quien se ha sentido afectado igual que los vecinos de aquellas ciudades que han levantado sus voces para protestar por el deterioro de la vida vecinal. Pero Compostela no es Barcelona, ni Venecia, ni Reikiavik.

En Santiago los turistas no expulsan a los vecinos, no desplazan a los comerciantes del barrio, ni hacen subir los alquileres (no hay más que cotejar con los del resto de la ciudad en los portales inmobiliarios Idealista y Milanuncios, por ejemplo).  Nuestro problema es que no tenemos vecinos.  Hace 50 años que comenzó este éxodo.

Y no son los turistas los que han hecho que la Zona Monumental esté deshabitada. El turismo empezó en el 93. “En los otros años santos, los de los bares del Franco cambiaban de coche.  Este año (1993) se han comprado un piso”.  Observación de aquel “hombre para todo” del Restaurante Alameda que resumía el éxito del primer Xacobeo y marcaba la entrada de la ciudad en “la industria del turismo”. Y para entonces ya hacía diez años que el arquitecto Xerardo Estévez se había hecho cargo de la alcaldía y reavivado la preocupación por la Zona Monumental. Ya se observaban en el patrimonio las consecuencias del abandono vecinal.  Es en el 85 cuando la Unesco declara a la ciudad Patrimonio de la Humanidad “por su belleza urbana y su integridad monumental”, y es en 1991 cuando se reformula el Patronato de la ciudad, en el que intervienen las tres administraciones, local, autonómica y central, y se crea el Consorcio de la ciudad, que se encargará “de preservar y revitalizar la ciudad histórica”.

El problema había empezado antes, a mediados de los sesenta.  Con la oferta de viviendas nuevas que aparece con la construcción del Ensanche se inicia el éxodo de los vecinos, sobre todo, de la Zona Monumental.  Era más barato un piso nuevo y confortable que rehabilitar los viejos edificios de lo que estaba dejando de ser el centro de la ciudad.  Y así sigue siendo Desde entonces no ha cesado, hoy no debe de haber más del 10% de los que había.  Con su marcha la ZM se deteriora.

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Solo hubo un tiempo, antes del 91, en el que se logró hacer rentable la rehabilitación en la Zona Monumental.  Fue aquel momento en que empezaron a escasear los solares en la zona nueva.  Los promotores inmobiliarios comenzaron a intervenir en edificios en las calles O Preguntoiro, As Orfas, Rua do Vilar, Rua Nova, etc.. La libertad con que lo hicieron — multiplicando el número de viviendas, utilizando libremente los nuevos materiales y preservando poco más que la fachada — provocó la reacción de los que creían que la ciudad histórica debía de preservar de sus edificios mucho más que su cara exterior.

Las nuevas normas redactadas por el recién constituido Consorcio expulsaron del recinto de intramuros a los promotores inmobiliarios y con ellos se fue la primera oportunidad de frenar el éxodo e, incluso, de recuperar la vida en la zona monumental, de que volvieran los vecinos y con ellos algunos de los comerciantes que se habían ido.  Afortunadamente se optó por salvar el patrimonio; pero lamentablemente no se ofreció una alternativa ni se hizo nada por recuperar la vida en el barrio. Las subvenciones dadas para rehabilitación tenían como objetivo prioritario la recuperación del patrimonio, no el fijar la población.  En la ZM resultaron un estímulo insuficiente, pues con ellas la iniciativa privada no se sintió capaz de rentabilizar la rehabilitación de los edificios.

Las entidades públicas tuvieron que emplearse a fondo e hicieron grandes inversiones para recuperar palacios y edificios de uso residencial, se provocó que las entidades financieras, Caixa Galicia y Caixanova, adquirieran igualmente grandes inmuebles de familias compostelanas como también hicieron la Universidad y algunas empresas como Sargadelos, Couceiro o Florentino.  Eran edificios de uso residencial, habitados por familias como los Bustamante, Alsina, Mosquera, Calderón, De la Peña, Sobrino, Blanco Cicerón, Facal, etc, etc… edificios que pasaron a ser sedes de fundaciones, edificios administrativos o comerciales.  A nadie le llamó la atención, ni parece que le llame actualmente ese cambio de uso, quizá porque siempre se aceptó que su rehabilitación para viviendas era imposible.

Cuando la ciudad se convierte claramente en un destino turístico internacional, tras el Xacobeo 99, se ve la posibilidad de rentabilizar la rehabilitación interviniendo en numerosos edificios de pequeño y medio tamaño a los que se les cambia también su uso residencial para poder convertirlos en pequeños hoteles con encanto, pensiones, albergues o en apartamentos turísticos con licencia municipal o sin ella.

El efecto del turismo consigue, como antes habían hecho las instituciones públicas y privadas, la recuperación del patrimonio.  Pero también a costa de reducir el número de viviendas.

Con estos datos: menos vecinos y menos viviendas, y atendiendo, o no, a este efecto positivo del turismo sobre el patrimonio, el Concello ha decidido paralizar la licencia de nuevos hospedajes en la ciudad histórica con el fin de tomarse un tiempo para reflexionar sobre la vida en la Zona Monumental.  Interrumpe así, por segunda vez, la otra importante intervención de la iniciativa privada en la ZM desde los años sesenta del siglo pasado. El alcalde Martiño Noriega habla del temor a que el barrio se convierta en un Parque Temático.  Entendemos que en un espacio dedicado prioritariamente al turismo con una vida vecinal meramente testimonial.

Viendo la evolución del turismo en el mundo resulta inevitable que la Zona Monumental sea un espacio turístico por excelencia.  Por lo que parece, el Concello es partidario de que sea uno en el que turistas y vecinos puedan convivir.  El mejor, sin duda; pero el más difícil de conseguir; pues para eso habría que rectificar la política que se ha venido aplicando.

Se trataría de convertir la Zona Monumental en un barrio atractivo para vivir. Tan atractivo que a los ciudadanos les compense el alto coste de rehabilitar una de sus viviendas para vivir confortablemente en ella.  Y para eso todo indica que no estorba el turismo sino la manera en que entendemos el negocio del turismo y la oferta con la que tratamos de atraerlo.

Si el Concello está dispuesto a cambiar el concepto que tiene de la ZM, la recuperación sería posible.  Una vez que acepte que la ZM es un barrio residencial con las limitaciones de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, a la vez que reorienta su política de promoción turística, y la de la Xunta, tendría que iniciar el proceso de recuperación. Proceso complejo que, entre otras decisiones estarían la de abandonar la idea de que el barrio es un conjunto de escenarios para actuaciones musicales, salvo para ocasiones extraordinarias; la de aceptar que no puede existir al margen de las novedades que ofrezca el progreso, como el cable o el gas y, la más difícil y costosa, la de recuperar el dominio de la ZM que ha cedido a una hostelería desmesurada.  Porque su actividad resulta de una gran molestia en invierno y en verano, con turistas y sin ellos, por sus olores a fritanga, su ocupación del espacio público, su falta de higiene y estética y por el ruido que genera, en demasiados lugares, molesto hasta la exasperación.

Vivir en la Zona Monumental tiene que resultar muy atractivo, tanto como para que compense el esfuerzo económico de rehabilitar en una zona donde abundan las incomodidades inherentes a la conservación de un patrimonio que le valió a la ciudad el reconocimiento de la Unesco en 1985 como Patrimonio de la Humanidad.  Acreditación importantísima para el negocio turístico no solo en Compostela sino en toda Galicia donde alcanza ya el 11% de su PIB.  Razón por la que estaría justificada la participación pública en las rehabilitaciones haciéndose cargo del sobrecoste causado por las directrices para salvar el patrimonio.

Pero también es probable que el Concello, durante este tiempo de reflexión que se ha tomado, acabe decidiendo otra cosa.  Que todo siga como está, salvo un pequeño cambio.  Que se continúe con el desmadre de la hostelería, la insuficiencia de servicios, la utilización multiusos del barrio, las incomodidades de las rehabilitaciones condicionadas y encarecidas por la salvación del patrimonio y, la pequeña novedad, que se eleve a definitiva la decisión de congelar las licencias de rehabilitación con cambio de uso con el fin de que no se reduzca más el número de viviendas, subrayando que todas son necesarias para la recuperación de la vida vecinal en el barrio y razonando que esta decisión reduciría notablemente el valor de los edificios lo que facilitaría su adquisición por quienes quisieran reconstruirlos para tener una vivienda en la Zona Monumental.

Es verdad, que meterle mano a la hostelería puede tener un elevado coste político, al menos muy superior al que puede causar el disgusto de unos pocos vecinos, de los que una parte tienen intereses en esa misma hostelería.  Pero resulta de un desconocimiento grave de lo que es el barrio, creer que la ZM se va a repoblar con solo reducir el precio de los edificios. Ni dejándolos a precio de solar.

No parece compatible lo de barrio residencial con el comportamiento actual de la hostelería en la zona monumental. La rehabilitación de la ZM exige que nos aclaremos.  O es un barrio residencial visitado por el turismo en el que los vecinos quieren vivir o es un barrio turístico en el que queremos, por interés patrimonial, que residan vecinos.  No estorban los turistas, es el modo en que queremos rentabilizar su visita. La remodelación de la zona monumental podría distribuir a los turistas por toda la ciudad, distribuyendo los beneficios.

Si no hay una clara voluntad por parte del Concello de hacer de la ZM una zona residencial será mejor, por el bien del patrimonio, que el deje a la iniciativa privada rentabilizar la rehabilitación de los edificios.  Lo que no quita que se racionalice la explotación turística,  se ordene la hostelería y se eleve la calidad de la oferta con la que se incita a visitarnos.  Un patrimonio como el de Compostela que durante quinientos años ha sido ciudad universitaria, tiene capacidad para ser un destino turístico diferente al que es en la actualidad.

La Zona Monumental va a ser un parque temático.  Contra ese futuro no se puede luchar, pero de prosperar esta última posibilidad: la de salvar el número de viviendas y dejar todo lo demás como está, más o menos, nos llevaría a un parque temático tan chungo como el que se vislumbra: Peleándonos por los turistas con los días de Los Callos, de La Carne de Potro o de La Empanada.  Y ahí no hay quien viva. Ni gratis. Salvo que se forme parte de la tropa que lo mantiene.

M, de Brandón

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