El camino portugués carece de servicios suficientes para atender a los pocos peregrinos que lo hacemos. En Alvorge, fin de etapa, no había donde dormir. Si llevabas saco el hospitalero te ofrecía un lugar bajo cubierto. A mi me parecio que me ofrecía el suelo del coro, en la iglesia. y que si le dijese que me levantaba tres veces por la noche para ir al cuarto de baño igual me dejaba hacerlo desde el campanario. Es lo que tiene la buena voluntad. Le agradecí lo de dejarme dormir bajo cubierto, pero seguí andando 9 kilómetros más. A ciertas edades una cama bien vale un paseo aunque sea de casi tres horas y bajo una fina lluvia persistente.
La gente es amable en los pueblos. Al menos es amable con los peregrinos. La mujer suiza se quejaba que no había encontrado cama ni en Alvorge ni en Rabaçal, en donde yo había logrado reservarla. Pero me dijo que iría igual, que le había llorado a la mujer de la casa rural. ¿Llorado? Le pregunté estúpidamente, a veces me tomo las palabras al pie de la letra, porque desconecto mucho sobre todo con la gente muy habladora, e incluso con la que es agradable y entretenida como la suiza. Sí, me contestó,. Y me contó lo que le había dicho: le dije que si no dormía en Rabaçal, donde habían encontrado plaza mis amigos ya les perdería, porque a partir de ahora nuestras etapas serían diferentes. Y así, conmoviéndola, me buscó una cama.
Estos gestos, como el de la hospitalaria, se agradecen. A veces tengo la sensación que esta gente de los pueblos que nos ven pasar tan cargados y, como hoy o ayer, bajo una molesta lluvia, creen que somos santos o, por lo menos, que buscamos la santidad. Esa sería la razón de buenos traten, en muchas ocasiones, con mucho cariño, como si quisieran ayudarnos a hacer el camino. El hospitalero de Alvaiázere, un hombre fuerte de aspecto rudo, resultaba muy amable y generoso. Lo primero que nos procuró fue una cama y una ducha. ¿Y cuando hacemos la entrada y cuando pagamos? No tuvo prisa. Yo me olvidé de recoger mi ropa en la lavandería y cuando me acordé el negocio ya había cerrado. Mi ropa lavada y planchada y en una bolsa de plástico la tenía el hospitalero en su mesa, él la había pagado. Y como le parecía mucho el precio que yo había acordado con la lavandera me rebajó el precio de la cama. Lo mismo me pasó en el restaurante. Le había pedido una sopa y unas migas de verduras. Me trajeron eso y le añadieron cuatro trozos de pollo recién asados a la brasa. No fui capaz de tomármelo, ni siquiera la mitad y cuando fui a pagar se negaron a cobrarme puesto que no había comido. Te entran ganas de contarle todos tus pecados; pero te reprimes, temes que te cobren el triple de lo que marca la carta.
Y también es sorprendente l el buen ambiente que todo el mundo trata de que se respire en los albergues, por lo menos en estos tiempos en los que no somos muchos haciendo el camino. La mayoría es gente respetuosa. Solo vi un momento de egoísmo, es a la hora de elegir cama. Todos quieren la litera de abajo. No sé por qué. Quizá porque todos hace tiempo que cumplimos los cincuenta y nos levantamos varias veces por la noche. Y bajarse a oscuras de una litera tiene sus riesgos. Ya os contaré mañana.
Yo no disfruto mucho de las habitaciones colectivas. Esta tarde, en el único albergue de Rabaçal, una mujer italiana que duerme en la litera alta de al lado de la mía, me preguntó si roncaba. Le dije que sí, que lo hacía; pero que lo hacía con mucho ritmo, tipo nana, que no se preocupara. Pero ya estoy acojonado.
Las habitaciones son mixtas, como los cuartos de baño, y no hay donde desnudarse si no es a la vista de todos pues en el cuarto de la ducha yo no soy capaz sin salir de allí con la ropa totalmente empapada. Así que esta tarde entorné un poco la puerta y en aquel rincón imaginé que nadie me veía, aunque una mujer sudafricana estaba a metro y medio, y me desnudé, me enrollé en el toallón que había alquilado y me sentí como si hubiera logrado un triunfo importante.
A la mayoría le gusta el ambiente de los albergues, el ir a cenar todos juntos y esos momentos de la tarde en que se entablan largas conversaciones. Es verdad que si en los albergues hay habitaciones dobles o individuales hay quien las prefiere, yo entre ellos; pero si no las hay, para muchos no hay problema. El ambiente de los albergues lo colocan en primer lugar.
Hoy, coincidimos otra vez con peregrinos que van a Fátima, pero ahora van en sentido contrario. Por el camino nos encontramos a dos mujeres que habían estado en Santiago y ahora tenían previsto llegar el 13 a Fátima. En el albergue de Alvorge, que tiene 10 plazas, donde me ofrecieron un suelo bajo cubierta, iban a dormir hoy 20 ciclistas que iban a Fátima además de los que, teniendo saco, no tenían fuerzas para llegar a Rabaçal.
En Rabaçal encuentro de peregrinos que caminaban en sentido contrario. Tampoco había sitio en ningún lado. La familia del albergue “O Bonito”, una mujer y tres hijas, gestionan el albergue, el único bar y el único restaurante. El desorden es grande. Las tres mujeres están sobrepasadas. Han concedido más reservas que camas tienen. Y hay peregrinos cansados y mojados que no tienen donde secarse y dormir. “Lo he reservado y ahora me ofrecieron llevarme al interior de una fábrica abandonada” se quejaba Gonzalo, un vasco del Bierzo, que tampoco había encontrado plaza en la pousada, otro albergue también de diez plazas en dormitorio compartido y que también está completo.
La falta de camas ha roto nuestro grupo de peregrinos. Los que hemos venido hasta Rabaçal, todos menos yo, alcanzarán mañana Coimbra. A los que han dormido en Algorve me los encontraré mañana en Cernache, que es donde concluye la etapa de los que salen de Algorve. ¿Que por qué hago eso? Por que tengo hechas dos reservas en dos localidades, Porto y otra más, y no quiero molestarme en cambiarles la fecha, porque quiero hacer las 26 etapas en que he previsto dividir el camino y porque le vendrá bien a la planta de mis pies que están a punto de dejarme fuera de juego. Así durante dos días caminaré 15 kilómetros nada más.
Precisamente ahora estoy en Penela que es un pueblo de 3.500 habitantes del distrito de Coimbra que, por lo poco que he visto me parece muy bonito, como la mayoría. Los pueblos portugueses son pueblos espaciosos, claros y floridos. Vine a la farmacia a buscarle remedio a las plantas de mis pies. Creo que se lo he encontrado. Esperemos que funciones.
Hablando de los floridos que están en mayo los pueblos portugueses. Parece que todos los vecinos obedecieran la consigna “Ni una casa sin flores”. Ya sé que no es una consigna, es algo que viene de muy antiguo. Hace muchos años, cuando nosotros, los gallegos de las aldeas, habíamos dejado de andar descalzos, los portugueses con mayores necesidades todavía estuvieron haciéndolo unos 10 ó 15 años más. Pero ya entonces las casas de Portugal, por muy menesterosos que fueran sus propietarios, siempre tenían flores ante su puerta. Nosotros no, nosotros preferíamos un huerto de cosas de comer. A lo mejor esto es solo una observación mía. Pero recuerdo a mi madre encontrando en la antigua relación de Portugal con Inglaterra, la razón de la predilección de los portugueses por las flores. Para envidia de todos nosotros, los nosotros de mi infancia.
Os diré algo de la etapa. Fue por el campo y por entre las pequeñas aldeas por las que pasa el camino. Un camino que, por momentos, me parece que está diseñado con rabia. Pero no debe ser así. Pero cuando llevas siete horas subiendo y descendiendo montes bajo la lluvia, enfundado en tus ropas de agua que transpiran malamente, no encuentras mucha justificación a tanto esfuerzo por lo poco te ofrece pero no me hagais mucho caso escribo estas palabras recien acabada la etapa y el cansancio no te deja levantar la mirada
No tiene nada que ver este camino con el francés por donde peregrinaba toda Europa con el legado monumental que nos ha dejado. Y tampoco son comparables las nuevas versiones que de los dos caminos se han hecho. Aqui hay demasiado asfalto y demasiado adoquin y escaso campo abierto. Sin embargo, a la gente no parece que eso le disguste con los que hablo, que son veterenos en peregrinar a Santiago por muchos de los caminos, no han hecho ninguna observación en este sentido.
Será que a mi afecta el cansancio y hoy la maminata ha sido larga y el tiempo malo