11 de mayo de 2019. De Coimbra a Sernadelo

No puedo decir que todo los pueblos por los que he pasado, hasta el momento, sean pueblos bonitos.  Todos no.  Y quizá ganen los anodinos, los que no tienen nada que llame la atención.  Sin embargo, todos me parecen mucho más habitables que la mayoría de los de España.  Son generosos en espacios públicos y tacaños en las alturas de los edificios.

Mealhada.

Ahora mismo estoy en Mealhada, en el pueblo anterior a Sernadelo, donde hoy voy a dormir.  Estoy en la terraza de un bar en la Rúa Doctor Jose Cerveira Lebre, diez metros antes de su desembocadura en la Avda Quinta da Nora.  Si no lo llego a ver en el mapa juraría que esta calle terminaba en una plaza.

Mealhada.

Es posible que las calles no sean más anchas ,pero parecen porque las casas se conservan como fueron edificadas a lo largo del siglo XX.  Es como si nunca hubiera habido especulación inmobiliaria en Portugal.  La mayoría son de planta baja y primero.  Y es posible que esa sea la causa.  Alabándole a un amigo portugués, que es arquitecto, el amor de los portugueses por sus pueblos,  le decía cómo han sabido conservarlos, no derribando casas unifamiliares en perfecto estado para construir en su lugar edificios con locales comerciales y seis o siete plantas que acaban empequeñeciendo las calles y oscureciendolas.   Le hablé y le hablé y despúes de haberme escuchado redujo a tan solo tres palabras el por qué se han conservado los pueblos portugueses:  Nós nao tinhamos dinheiro.

Saliendo de Coimbra.

Seguro que es así. El periodista que dirigía el Washington Post, cuando el periódico destapó lo del Watergate, que se llamaba Ben Bradlee  solía decirle a sus redactores, “sigue la pista del dinero” cuando  buscaban el por qué había sucedido. El dinero suele estar en el origen de todo.  Pero es bonito creer que existe un pueblo que ama la proporción y la luz y que libremente ha decidido conservar los lugares en los que vive, renunciando a la especulación.

De todo esto me acordaba hoy, haciendo el camino, porque pasamos por muchos pueblos han conservado el carácter portugués de su construcción hasta que se empezarona construir las casas después de la década de los setenta.  Aquí, como en España, hay el gusto por los “chalets” con tejados a muchas aguas, con terrazas que no se utilizan y porches poco prácticos.  Casas que nada tienen que ver con la arquitectura anterior de esos pueblos.  Es como si el gusto de arquietctos, constructores y promotores se fuera igualando, supongo que al gusto de Francia.  Pues francesas eran las revistas del hogar y la decoración, como “Votre Maison” creo que se llamaba, que hizo proliferar tejados de pizarra donde nunca había caído un copo de nieve.

Camino de Sernadelo

Esto tiene el hacer solo el camino.  Durante las horas en que estás subiendo cuestas, asándote al sol o deshidratándote bajo la ropa de aguas, para olvidarte de los quejidos de tu cuerpo, tus pensamientos también peregrinan.  Es decir, van de un lugar a otro sin quedarse en ningún sitio.

Camino de Sernadelo

Ahí está Coimbra, todavía hermosa, bajando hasta el Mondego.  El puente de Santa Clara por donde se entraba en la ciudad viniendo del sur, da en la Plaza del Portazgo y ahí cogí habitación en un hotel que antes era pensión y que estaba viejo, pero limpio.  Cogí habitación para dormir, pero me fue imposible.  Al otro lado del rio, justo enfrente, hubo un macro concierto que no dejó de sonar hasta las cinco de la mañana.  No es que llegara la música a mi habitación, que podría haberme animado a bajar, aunque no lo creo solo con pensar que tendría que volver a subir tres pisos.  Lo malo es que llegaba solamente los sonidos graves del bajo.  Al menos eran los que yo escuchaba.   El cansancio me tuvo en duerme vela hasta las cuatro; pero a las cinco cuando una voz se despedía yo ya estaba de pie metiendo todas las cosas en la mochila.

Coimbra.

Había decidido quedarme dos días en Coimbra, pero me pareció imposible esperar a que empezara a despertarse la ciudad.  Me vestí y salí al camino dispuesto a quedarme en el primer pueblo en que hubiera donde dormir.  Vereois las fotos, todas las personas, entre 16 y 25 años , de Coimbra y alrededores, estuvieron en el concierto.  Hora y media después de haber concluido, el puente de Santa Clara todavía lo estaba cruzando  una riada de gente.

Después del concierto. Coimbra

Para salir de Coimbra elegí la ruta equivocada.  En vez de atravesar la ciudad, caminando la Plaza del Comercio, elegí la orilla del río a partir de la estación nueva.  El paso estaba cerrado por obras.  Anduve buscando el camino durante tres cuartos de hora.  Al final lo encontré pero saltándome una alambrada y bajando por un terraplén.

Después del concierto. Coimbra.

No fue dura la etapa y paseamos por lugares agradables, muy urbanos al principio, pues siempre se tarda en dejar las ciudades, y por asfalto la mayoría de las veces alternando con caminos de tierra entre eucaliptales y pinos o entre olivos y viñedos.

Camino de Sernadelo

Salí tarde y solo, pero cuando me detuve a desayunar allí estaban mis compañeros desde Lisboa en este viaje.    La mayoría habían dormido en el Albergue de la Rainha Isabel, pero los suizos lo habían hecho en mi mismo hotel y también en la elevada tercera planta.  Las escaleras tenían 72 peldaños.  Esta mañana los conté al bajar.

Después del concierto. Coimbra

El desayuno lo tomamos en un supermercado pequeño, de pueblo, de esos que atiende una sola persona y que, en este caso, era una señora que, de repente, se vio asaltada por doce personas que venían hambrientas y pidiéndole cosas diferentes en cinco idiomas distintos.

Supermercado en troxemil

Tardó  en atendernos porque cosa que le pedían, cosa que traía hecha desde la trastienda. y hasta que atendía a una persona no le hacía caso a la siguiente.  Eso si, no se equivocó nunca.  Dos notas.  En todas partes, en todos los establecimientos de cualquier lugar, por muy grandes o muy cutres que sean, en todos te entregan un recibo en el que se especifica lo que has comprado.  Y nadie te cobra hasta que te quieras ir y siempre, al hacer la cuenta, te preguntan lo que has tomado. No sé si es que no se acuerdan o que les resulta más agradable que creas que se fían de ti.

De mañana en Trouxemil.

Y por hacer apuntes.  Cuando llegas a un lugar, te quitas de encima la mochila y buscas un lugar donde dejar bastón.  Pues bien hoy me encontré a una inglesa con un palo de escoba y una italiana que llevaba una caña que acababa de coger en uno de los campos por donde habíamos pasado.  ¿Cómoda? Le pregunté.  Bueno, si, me dijo.  En el avión me cobraban 20 euros por traer un bastón.  Y no vale la pena, le dije.  No, claro, no compensa.  Esto me daría pié para hablaros de los diferentes presupuestos con los que uno viene al camino.  Pero lo dejaré para otro día.

Peregrinos a Fátima

Voy a plegar que todavía me quedan dos kilómetros para llegar a mi albergue.  Se llama Albergue-residencial  Hilario, en donde he reservado una habitación para mi solo, que lujo, por 15 euros.

Después del concierto. Coimbra.

Después del concierto. Coimbra

Coimbra.

Trouxemil.

Peregrinos a Santiago

Mealhada.

Mealhada.

Parque. Mealhada.

Fin de etapa. Serrnadelo

Descansando. Sernadelo.

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