13 de mayo de 2019. De Águeda a Blanca

Rio Marnes. Lamas de Vouga

La etapa de hoy, que tenía que ser de 15,8 kilómetros se convirtió en 25,8 ó 26 y pico. Al principio, 15,8 nos parecía una etapa muy corta, y como al día siguiente teníamos que hacer una de 28, nos pareció mejor sumar las dos y partirla por la mitad y nos salían las cuentas porque en Albergaría Nova hay un albergue.  Pero estas cuentas las hicieron más personas que plazas tiene el albergue.  Así que cuando llamé para reservar me dijeron que no había camas en el único dormitorio que tienen; pero que dada la demanda habían acondicionado un lugar en obras y que allí podían ofrecerme una plaza.   La reservé.

Alejandra entrando en Albergaria -a-Velha

Llegué a la una de la tarde bajo un sol de 28 grados y un pie quejándose de manera incomprensible.  Me identifiqué, me enseñaron el lugar donde iba a dormir, el fallado de una casa vieja.  Allí, bajo las tejas había colocadas, como en un internado del siglo pasado,  unas veinte camas, sin más ventilación que el aire que pudiera correr de entre las tejas hasta la puerta si se dejaba abierta.  La mujer que me enseñó el que sería mi cuarto, tuvo la amabilidad de aclararme que, dadas las condiciones, no le pondrían precio a la cama, que cada peregrino pagaría la voluntad.  Sabia medida; pero a pesar de la amabilidad, de la oferta, de los 28 grados y los 23 kilómetros que llevaba, preferí seguir camino.

Albergaria -a-Velha

Lo que más me decidió a partir fue la ubicación del cuarto de baño ,estaba fuera de la casa, en un alpendre.  Me vi levantándome en medio de la noche, sorteando camas y viajando hasta al alpendre hasta tres veces .  Consulté el mapa y el próximo pueblo, Pinhero da Bemposta, estaba a 5,5 km.  Valoré  mi estado, calculé mis fuerzas y desatendiendo los quejidos de mi pie derecho me puse en marcha.   No tardé en encontrarme a una chica joven, argentina, que me dijo que se llamaba Carolina que también había decidido seguir camino, pues le parecían pocos los 23  kilómetros que había andado.  Le conté mis planes y me sorprendió diciendo que ella iba a ir más allá, como unos 13 kilómetros más.  ¿Están bien tus pies? Le pregunté.  Estupendamente, me respondió y le deseé buen camino.  Y le miré los pies que  no subirían del 32.  A lo mejor ese era su secreto.

puente medieval. Rio Marnes. Lamas de Vouga

Así que andando y andando se me ocurrió llamar al albergue de Pinhero de Bemposta para saber cómo estaban las camas.  Esperándole, me dijo una voz de hombre en un perfecto castellano.  Pues voy para ahí y llegaré muy cansado.  Le esperamos, me dijo, pero quiero que sepa que nosotros estamos a kilómetro y medio del camino.  Lo lamenté tanto que antes de que empezara con las maldiciones y las blasfemias el hombre se apuró a contarme  que acababan de abrir un albergue nuevo en Blanca, como unos tres kilómetros antes de Pinhero de Bemposta, que era un albergue católico donde solo cobraban la voluntad.  ¿Un albergue católico?¿Me harán rezar? Me sobrecogí; pero me sobrepuse enseguida.  París bien vale una misa, me dije.

Viendo que tenía una cama a tan solo 2,5 km me desvié a una gasolinera con el fin de comprarme algo de comer y de beber y allí me encontré con Alejandra, una italiana que había amenazado con matarme si roncaba,  el día que dormimos juntos, cuatro o cinco noches atrás.  Lo habíamos hecho en literas unidas y los dos en las plazas de arriba.  A sus pies tenía yo los míos, porque tuve la sabiduría de cambiar la almohada para el otro extremo.   Le conté mi hallazgo y se apuntó a dormir en la Casa Católico (en portugués el género de casa debe ser masculino).  Dicho eso me preocupé de lo mío que era procurarme algo para comer.  El gasolinero me indicó que a cincuenta metros había una pastelería muy buena.  ¿Seguro que a 50 metros?  Sí, o más cerca, me dijo.  Salí a la carretera miré en el sentido contrario a donde yo iba y no vi más que tres casas viejas en unos trescientos o cuatrocientos metros.  28 grados, doce kilos a la espalda y 25 kilómetros andados. Volví a la gasolinera y le insistí al muchacho que llevaba el negocio si estaba seguro de que eran 50 metros.  Si, si, vaya tranquilo.  No, no me voy tranquilo, como haya 51 metros vengo a verte, le dije intentando ser gracioso.  Me sonrió

Anduve cien y no vi nada. Me di la vuelta otra vez; pero a una mujer que recogía verduras para las gallinas le pregunté si era verdad que había una pastelería muy cerca.  Si, si. Ahí al lado.  Sim, sim. Ai vem, me dijo.   ¿A unha carreiriña dun cam? E insistió en que estaba ahí mismo, metidita hacia adentro.

Estación del tren. Albergaria -a-Velha

Era verdad y me comí un bocata de pechuga de pollo empanado y me bebí una zero. Por cierto, que el otro día en Alvaiázere, la mujer que atendía el restaurante me explicó el significado correcto de frango, que yo creí que era pollo; pero es más específico, frango es el pollo pequeño, el que se come.  Hay galos e frangos. Ignoro si es nuestro pollo tomatero, porque también ignoro de donde ha salido eso del pollo tomatero. Bueno, después de esta digresión lingüística, natural y culinaria seguiré con el asunto principal.  Bien comido me puse en marcha y alcancé la Casa Católico.  Para mi sorpresa me atendieron dos personas iguales que me confundieron mucho en un principio, pues creí que el hospitalero que me atendía tenía el don la ubicuidad.  Pero lo que más me sorprendía es que desapareciera por una puerta y enseguida se presentara por otra, pero vestido con distinta ropa.  Yo sin mostrar mi perplejidad le seguía hablando del asunto que teníamos entre manos, dónde lavar la ropa, dónde tenderla, si había sábanas, si había toallas, etc y él me respondía sin vacilar.     Hasta que le dije lo de cuñarme la credencial y tomar mis datos y uno de los dos me respondió, ahora viene mi hermano.

Albergue Casa Católico. Blanca

El albergue no es muy grande, una casita de tres habitaciones, cuarto de baño, cocina y salón.  En cada habitación dos camas, con colchones y almohadas con funda de plástico, sin toallas, ni sábanas.  El hospitalero me dio a elegir habitación, incluso me ofreció dos que hay en el exterior.  Elegí una para mi solo.  Alejandra está en otra  y por ahora no hay más peregrinos.  Antes de irse el hospitalero me dijo que la cena es comunitaria y que puedo comer y beber todo lo que quiera de lo que hay en la casa.  Y hay mucho.  Y todo a pagar a voluntad.  Yo, antes de nada, le eché dinero en una especie de cepillo que hay en la mesa del salón y tuve la sensación de dar una limosna.  Después me enteré, por el hermano, que el albergue es de su hermano y de un amigo.  Me imagino que así no podrá controlarlo Hacienda.  Por cierto , no sé si ya lo dije, en Portugal hasta la más pobre taberna te dan un recibo de la consumición.

Rincón de La Cocina. Casa Católico. Blanca

Todavía no pregunté por qué se llama Casa Católico. y no Casa católica.  Esperaré a la noche.  Veremos cómo va la cena colectiva.  Yo solo sé hacer tortilla de patata y rezar más bien poco.

Ya comenté que desayuné en Albergaría a Vella, que es una ciudad antigua, fundada por la Reina Teresa en el siglo XII, lo leí al pie de su estatua cuando estaba viniendo.  Desayunamos los cuatro que coincidimos habitualmente, el catalán, el canadiense, el neozelandés y yo.  Lo hicimos 15 kilómetros más tarde de habernos levantado. Bueno, lo hice yo, que los otros tres me comentaron que habían desayunado en su albergue, yo dormí en otro 1,5km antes que el suyo, y que se habían comido un gran plato de macarrones cada uno que alguien había cocinado la noche anterior para la cena colectiva que habían organizado.

La mesa de la cena. Albergue Casa Católico. Blanca

Habíamos salido los cuatro a las seis de la mañan, yo desde un kilómetro y medio más atrás, y el bombero catalán había tenido que volverse al Albergue después de haber hecho 2 kilómetros porque se había olvidado el móvil.  A los otros dos me los encontré comiendo una manzana sentados junto a un río, el Vouga, a la entrada de Lamas de Vouga.  Un paraje que durante tan solo doscientos metros rompe el camino de puro asfalto  que habíamos caminado durante 9 km .  Y por asfalto seguimos hasta que un poco antes de Alvergaría-a-Vella  desparece durante tres kilómetros al atravesar un bosque donde los eucaliptos han sustituido a las encinas y los alcornoques.  El mismo paisaje eucaliptal hasta llegar a Albergaría a Nova y de nuevo más asfalto hasta llegar a Blanca.

Bosque de eucaliptos.Camino de Albergaría -a-Nova

Hace calor.  Es una tarde como de agosto y la tarde parece que, como en verano, se ha quedado quieta, espesa.  Me parece que la cena va a tardar en llegar.  A mi lado la italiana y uno de los hermanos comentan fotos que Alejandra tiene en su móviñl.  La escucho alabar la belleza de los montes sembrados de eucaliptos. Y me llama para que vea un video que que grabó.  Ha sido más original que yo, ha filmado las copas de los árboles.

Os dejo, mañana no sé hasta donde llegaré.  Ya os contaré.

Dejando Águeda

Albergue de Águeda

Palacete en Mourisca de Vouga

Casa en Mourisca de Vouga

Casa en Mourisco de Vouga

Detalle de una reja en Mourisco de Vouga

casa en Mourisco de Vouga

Museo etnográfico. Mourisco de Vouga

Casa do Pino Manso. Pedaçaes

Pedaçaes.

Rio Marnel. Lamas de Vouga

Rio Vouga. Lamas de Vouga

Bosque de eucaliptos camino de Abergaría -a-Velha

Albergaria -a-Velha

Añlam y Peter en Albergaria -a-Velha

Estación del tren. Albergaria -a-Velha

Albergaria -a-Velha

Albergaria -a-Velha

Albergaria -a-Velha

Albergaria -a-Velha

Albergaria -a-Velha

Albergaria -a-Velha

Camino de Albergaría -a-Nova

Bosque de eucaliptos.Camino de Albergaría -a-Nova

Camino de Albergaría -a-Nova

Camino de Albergaría -a-Nova

Bosque de eucaliptos.Camino de Albergaría -a-Nova

Camino de Albergaría -a-Nova

Albergue en Albergaría -a-Nova

Un hermano haciendo la cena

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