Las etapas en que se divide el camino portugués están justificadas por la oferta de servicios que existe. Por eso son tan dispares en extensión. Después de haber hecho unas cuatro o cinco superiores a los treinta kilómetros, todos los que las habíamos sufrido decidimos equilibrarlas más y procurar no pasar de los 25 km. cada día, que es una distancia que se anda sin contratiempos.
El hecho de romper el modelo oficial tiene como consecuencia que en los nuevos finales improvisados no haya camas para todos. Ayer, en Albergaría a Nova, el único albergue que hay tuvo que improvisar un dormitorio en el fallado de una casa vieja. A mi no me gustó la solución y caminé hasta Blanca para dormir en Casa Católico. El hecho de haber caminado nueve kilómetros más ha provocado la alteración de las etapas sucesivas. Así, hoy dormiré en un hotel en Malaposta en vez de hacerlo en un albergue 7 kilómetros atrás, en Sao Joao de Madeira, y colocándome a tan solo 27 de Oporto, en donde es probable que duerma mañana
Este cambio de planes, además de acortar en una etapa el camino, ha hecho que me despegue de los que venían siendo mis compañeros de caminatas y lo siento. Y siento las dos consecuencias, la de acortar la duración del camino y la de perder a todos con los que había partido de Lisboa. Aunque esto último iba a suceder al cabo de dos etapas pues tienen penado al elegir ellos el camino de la costa y yo el central.
Esta mañana dejé el albergue Casa Católico en Blanca a las 5.30 y lo dejé agradeciéndole al hospitalero, Paulo Santos, su amabilidad y generosidad. Pues a esa hora ya estaba en pie. Cuando salí de mi cuarto estaba con Alejandra, la italiana, en la cocina. Desayunaban. Había una gran oferta. Yo me bebí dos vasos de agua y me despedí, prefiero desayunar dos o tres horas después de haberme levantado.
Imposible olvidarme de la cena de ayer. La cena será comunitaria, me había dicho al recibirme el hospitalero. Y para ese momento pensé que iba a dejar la contraprestación religiosa a tanta generosidad, pues todo tiene precio. Aunque en Casa Católico no lo tienen marcado ni la fruta, ni la leche, ni el café, ni los tés, ni las galletas, ni la cena, ni la ducha y ni siquiera la cama, como tampoco la hospitalidad y generosidad del hospitalario. Cada peregrino paga lo que que quiere, le parece justo o puede.
Así, que cuando vi al hospitalero y a su hermano preparándonos la cena en una cocina que preside un cristo de madera sobre la chimenea que hay en un rincón, pensé que la hora había llegado. La mesa estaba puesta en el patio y a ella nos sentamos los cuatro cuando la cena estuvo lista. Una gran sartén de fideos con atún, ajo y huevo cocido se puso en medio de la mesa. Ahora, pensé. Se sirvió el vino y el agua y no ocurrió nada. Sorprendido porque hubiera desaprovechado aquella oportunidad de empezar las oraciones con un agradecimiento por aquellos alimentos, entré con cautela en el asunto. Me sorprende, le dije, que el nombre del albergue sea Casa Católico, creí que en portugués casa era femenino, por lo que sería más apropiado Casa Católica. Si, si, lo es, me dijo. Casa es femenino; pero Católico es el apellido de mi socio, que es el dueño de la casa.
Todavía sonreí esta mañana al ver el letrero con el nombre del albergue cuando salía a la carretera para empezar la nueva etapa. No había amanecido todavía y recurrí a la linterna del móvil por no detenerme a buscar la linterna en la mochila. La carretera, como todas las que recorrimos ayer, estaba jalonada de casas. La mayoría como las de nuestros pueblos en las que en la misma parcela se cultiva un huerto para consumo propio. No había nadie, por supuesto. Los vecinos dormían y me temo que los fui levantando con los ladridos de sus perros a mi paso.
Dejé la carretera para caminar por un sendero junto a las vías del tren, camino de la estación de Pinhero de Bemposta, ya en ese pueblo entra las casas de la carretera iban, cada cierta distancia, apareciendo una casa grande o un palacio. Nada nuevo, los pueblos por los que pasa el camino y que no son de ahora tienen siempre alguna casa que llama la atención, de un antiguo noble o de hacendados
En Pinhero, además, está el barrio de Bemposta, origen del municipio actual. Este barrio recibe el nombre por su extraordinaria situación geográfica desde donde se domina toda la costa de Aveiro y el Atlántico. El barrio se extiende a lo largo de una antigua via romana en la que, en la actualidad se mantienen en pié distintos pazos construidos entre los siglos XVI y XVIII, algunos ya arruinados, como la Casa do Arco. pero muchos otros en muy buen estado.
Dejado el hermoso barrio de Bemposta caminamos hasta Oliveira de Azémeis donde tenía pensado pararme a desayunar. En el camino cruzamos Besteiro , seguimos subiendo y bajando carreteras, caminamos de nuevo por un sendero junto a la vía del tren y atravesamos un pequeño valle cortado por el río Ul, que cruzamos por un pequeño puente con una capilla con un Cristo pintado.
En Oliveira de Azémeis las calles empezaban a animarse, pero las flechas amarillas parece que fueron colocadas para que el peregrino no encuentre un bar en el que detenerse. Pregunté dos veces por una “pastelaría” y las dos respuestas me indicaban que tenía que desviarme. Acabé sentado en una pequeña taberna, que está después del ayuntamiento y de la iglesia de Sao Miguel, en donde me quedó claro que lo suyo no eran los desayunos. Viendo lo que anunciaba le pedí una “Francesinha”, huevos con jamón. Pero me dijeron que se servían solo en la hora de comer y en la sexta feria.
Dejé Oliveira de Azemeis camino de Vila de Cucujaes, por la freguesía de Santiago de Riba-Ul, por la Rúa de Aguincheira, donde me sorprendí al ver los primeros hórreos y la primera carballeira en donde los carballos empezaban a lucir sus hojas tiernas. Hasta ahora todo habían sido bosques de encinas y alcornoques, donde no habían sido sustituidos por las plantaciones de eucaliptos.
Más tarde, de nuevo un paisaje para una foto, con el puente medieval de Salgueiro, también con una capillita en su petril y un horreo al fondo.
De Vila de Cucujaes, no diría nada, salvo que hay que pasar por allí para ir a Sao Joao da Madeira, sino fuera porque en una cuesta de mala muerte me enteré del tercer sacristán con reconocimiento popular. Sabía del de Coimbra, que mojaba el pan en aceite y dejaba los santos a oscuras; también sabía del irlandés que no sabiendo leer ni escribir había tenido que abandonar el oficio y emigrado a América donde encontró la fortuna; pero ignoraba al de la Vila de Cucujuáes, Agostinho Francisco Gómes, “O Sacristá” a quien se le ha dedicado una calle, aunque sea un callejón de periferia donde crecen las malas hierbas. Me quedo con las ganas de saber su historia que sin duda ha de ser atractiva. En Santiago estaba Luis, el de San Fructuoso, que es santo portugués, pero aun sabiendo sus vicisitudes carezco yo de credenciales para darle la fama póstuma.
Me sorprendió San Joao da Madeira, me pareció la primera ciudad desde Lisboa, abierta y moderna. Me detuve a desayunar en una pastelaría y lo hice con gula, pues llevaba caminados 20 kilómetros con un desayuno liviano en el bar de Oliveira de Azemeis.
Atravesé Sao Joao con prisa pues había decidido terminar la etapa siete kilómetros más tarde, en Malaposta. Dejé la ciudad pasando por delante el Museo de la Chapeleríay la Casa Misericordia y una residencia de ancianos donde dan cama a los peregrinos. Callejeando entre en Arrifana por el barrio antiguo donde un hombre llenaba una garrafa de agua en la fuente pública donde se anuncia que el agua es impropia para beber. En todas las fuentes pone eso y en ninguna los vecinos le hacen caso.
Después viene Escapaes en donde fui atento al jardín de infancia en donde cuelgan, en el cierre de alambre, carteles en tres idiomas en los que invitan a los peregrinos a llamar al timbre. Cuentan, los que lo han hecho, que lo ocurrido en el interior es el momento más emotivo del camino portugués.. Yo no llamé… porque no vi a nadie y me pareció que era tarde, justificantes para no detenerme en cuesta arriba y con un calor sofocante de verano.. todavía me quedaban tres kilómetros para llegar al hotel.