15 de mayo de 2019. De Malaposta a Porto

Porto

No me levanté con ánimo de andar cerca de 30 kilómetros, pero los anduve.  Esta noche dormiré en Oporto, en la Plaza de Carlos Alberto, donde está el monumento a los caidos en la Gran Guerra.  Cogí plaza en un hotel, un viejo hotel que no llega a tener veinte habitaciones.  Pero mi cama es casi más grande que la habitación y en la ducha hay agua caliente.  Como siempre, me ha tocado en una tercera planta, como esta noche pasada en Malaposta y como la noche que dormí en Coimbra y como en aquella ocasión tampoco aquí había ascensor.

Porto

He pagado 40 € por dormir.  Me dijeron que eran 47 con el pequeño almorço, pero le dije que iba a salir muy temprano y sin desayunar y el precio bajó a 40.  En Malaposta dormí en el Hotel Feira Pedra Bela, de 4 estrellas y pagué los 47 euros.  E incluso me dejaron un traje de baño XXXXXXL por si quería chapuzarme en la piscina climatizada.  Llegué a ponerme a quellos inmensos calzones y me perdí.

Hotel S. Marino. Porto

Estoy en el Hotel S. Marino.  Es el hotel ideal para un autor de escritos impublicables que quiera acabar pronto con su vida.  Sobre todo si llueve.  Pero hoy hace una tarde preciosa de primavera y las terrazas de la Plaza están llenas de gente joven.  Además, cuando me vaya para la cama iré tan cansado que no tendré fuerzas ni para deprimirme.

La ciudad de Oporto es lo mejor de la jornada de hoy.  Impresionante las vistas desde el mirador del Cuartel de Artillería que está antes de entrar en el puente de hierro, a Ponte D. Luis.  Es la foto de las postales.

Puente D. Luis. Porto

Ya la bajada por la Avda de la República en Vilanova de Gaia cambia la imagen que de Portugal puede uno hacerse al caminar por los pueblos.  La Avda da República es una imagen potente de modernidad ocupadada en sus carriles centrales con un metro  moderno circulando en superficie.  Me encantó la Plaza donde está el Corte Inglés y me entusiasmó la entrada andando en Oporto por la Ponte D.Luis.   El centro de la ciudad está entregada al turismo.  Abarrotada.  Porto se merece una semana, como Lisboa.  Por cercanía es la ciudad a la que escaparse para cambiar de aires.

Cafetería en la Plaza de Carlos Alberto. Porto

Conocí Oporto con calcetines de hilo de Escocia de saldo en las mercerías.  Hace ya tantos años que me cuesta recordar por dónde anduve.  A penas tenía memoria entonces.  La visité un par de veces más; pero entonces las gentes que ocupaban los hoteles eran preferentemente portugueses.  Hoy Oporto es destino turístico, como Santiago, como Lisboa, como medio mundo.  ¿Y eso es bueno o es malo?  Esa avidez por moverse, por conocer, por estar en sitios distintos, por estar lejos del día a día de las obligaciones y los compromisos, esa es buena; pero tiene daños colaterales, como la transformación del hábitat que visitamos que es lo que nos atrae o que hizo posible lo que nos atrae.

Calzada romana en Malaposta

De la etapa de hoy, tres anécdotas.  Eran las cinco y media de la madrugada, acababa de salir del hotel, llevaba andados unos doscientos o trescientos metros y una pareja de muchachos encapuchados se habían puesto a mi lado caminando.  No tuve ningún recelo, pero no niego que estaba pendiente de ellos.  Todavía no había amanecido y estaba a punto de girar a la derecha por una estrecha calle  desierta que me apartaba de la Nacional 1.  De repente, un hombre se me avalanzó por el otro lado y me detuvo.  Era el recepcionista del hotel a quién, no hacía mucho,  acababa de darle los buenos días  y  la tarjeta de la habitación.  Perdone, me dijo muy sofocado por haber venido corriendo, se ha marchado usted sin pagar.  Lo primero que pensé, fue en los encapuchados.  Estarían defraudados después de los gritos del recepcionista.  Si lo habían planeado seguro que ahora desistirían de darme el palo.  El recepcionista había hecho un gran esfuerzo para alcanzarme, estaba sofocado y respiraba con dificultad y me pareció que se sentía violento.  Me puse en su lugar e imaginé el mal rato que estaría pasando: un cliente le hace un simpa, y le ha obligado a abandonar su puesto en la recepción,  piensa en los que se le pueden estar escapando.  E imagina que si  todo va tan mal, como puede ser, hoy es el día en que perderá el trabajo.  Le digo que no se preocupe, que ya verá como se arregla, que en algún lado aparecerá la factura.  Me dice que no hay constancia de que haya pagado, le digo que si, que pagué , que la factura la dejé en la papelera de la habitación, que al llegar subimos y la coge.

Al llegar a la puerta del hotel entra corriendo, se va tras el mostrador y saca un fajo de papeles.  Allí, escrito en la primera hoja, está mi nombre.  El hombre me pide perdón avergonzado por lo que ha hecho. Inclina la cabeza hasta apoyarla en la mano que me acaba de coger. En un instante pienso en los que verían  la oportunidad perdida de armarle el número a un imbécil, pero me decido por si llevarán una contabilidad B en el hotel.  Pero, ya en la calle,  calculo que a los 27,2km tendré que sumarle estos 500 metros más, más las equivocaciones que vengan.  Rondaré los 30, me digo.

Saliendo de Malaposta

En el camino hoy hubo poco de lo que disfrutar, además del desayuno que hago en Grijó, un pueblo que está al lado de un larguísimo muro que encierra un monasterio, el de Sao Salvador, con un bosque de viejos eucaliptos que podría ser hermoso si lo cuidasen. Que el eucalipto viejo es un árbol venerable, nada ostentoso.

Muy del monasterio de S. Salvador. Grijó

No me detuve en el monasterio, porque el camino no te permite las paradas.  El camino no es para conocer lugares, es, como mucho, para tomar nota de los lugares que merecen una visita más detenida.  Ignoro si el Monasterio de Grijó, la merece. Las dimensiones de su finca si que llaman la atención, pero del resto lo ignoro todo.

Tiene Grijó un padrón del siglo XII en el que se conmemora la muerte de Rodrigo Sanchez, hijo del rey Sancho I.  y que está a la entrada del pueblo según se viene de Nogueira de Rogedoura.

Padrón en memoria de Rodrigo Sánches. Grijó

Hoy, vi por primera vez, un hórreo bien conservado.  Los hórreos, como los carballos, empezaron a dejarse ver en la etapa de ayer.  Hasta entonces, ya lo dije, los árboles autóctonos eran las encinas y los alcornoques.

Horreo en Perosinho.

Pero de toda la jornada, además de Oporto, por supuesto, lo que más disfrute fue la caminata por la larga calzada romana por la que va el camino un par de kilómetros antes de llegar a Vilanova de Gaia.   Es en subida, y una subida dura, al principio por entre los muros de unas propiedades y más tarde por entre un bosque de mucho arbolado.  Está muy bien, resiste al abandono a que la someten las instituciones portuguesas.

Calzada romana. Vilanova de Gaia

En esta etapa hay dos momentos en que se camina por una calzada romana.  El primer tramo está en Malaposta y lo caminé, poco después de dejar el hotel, cuando todavía no había llegado el día y la niebla amortajaba el paisaj .  El segundo y más bonito me esperaba 25 kilómetros más tarde antes de entrar en Vilanova de Gaia.

Vilanova de Gaia.

Había anunciado tres anécdotas del día.  Me faltan dos después de la del hotel.  La segunda es que poco después de hacerle una foto al cartero de Perosinho me alcanzó el matrimonio vasco y enseguida nos confesamos que teníamos ganas de hacer  un descanso.  Y no tardamos en hacerlo.  Y me contaron que ayer se habían detenido en la guardería de Escapaes, la que tiene unos carteles en la alambrada invitando a los peregrinos a llamar al timbre.  Esa  de la que os dije ayer, que muchos de los peregrinos que se habían detenido en ella recordaban ese momento como el más emocionante del camino.  Los vascos no habían leído los carteles, pero cuando estaban a su altura se detuvieron un momento para coger aire, que apretaba el calor y la larga cuesta ya estaba empezada, y como los niños estaban en el patio la mujer les hizo una broma através de la alambrada.  Y fue entonces cuando una profesora les invitó a pasar.  Me contaron que fue muy bonito y emocionante.  Que todos los niños les rodearon y se montó allí un acto de bienvenida, los niños les cantaron una canción del camino y le recitaron poesías y las profesoras les invitaron a fruta, a agua y a café.  Y que lo habían disfrutado mucho.  ¿No lo sabíais?  Les pregunté.  Leí en Gronze que quienes entraron en esa escuela tienen lo sucedido como lo más emocionante del camino.  Pues si que estuvo bien, me dijo el vasco, que es de una aldea del Bierzo.

Carterode Perosinho entregando una carta

La tercera anécdota es que bajando por una torrentera, tras dejar la calzada romana, se me apareció un caminante que no había visto nunca, y que no vi más hasta tres kilómetros después cuando estaba haciéndole una foto al matrimonio del país vasco.  Venía con otros dos y a uno lo conocía. Mira quien es el de Santiago del que nos vienen hablando donde paramos, dijeron.   Era una broma, solo le habían hablado de mi en Coimbra.  Fue el viejo con el pelo de dos colores que estaba en la recepción del hotel en el que me hospedé.  Entramos todos juntos en Vilanova y nos separamos cuando al detenernos en la terraza de una “pastelaría” ellos siguieron porque no les gustaba la cerveza que despachaban.   Iban deprisa.  Habían salido de Lisboa, dos días más tarde y bajando a Oporto, ya nos habían rebasado.

peregrinos llegando a Vilanova de Gaia

Entré en Oporto sin saber dónde dormir, sin baterías en la cámara de fotos y con la del móvil en un 3%.  Leí apurado la web de gronze buscando por dónde iba el camino con la intención de buscar cama lo más cerca de la ruta.  Apunté Plaza de Carlos Alberto, y allí me fui.  Me senté en la mesa de una terraza, pedí algo de comer y le entregué al camarero el cargador y una batería de la cámara de fotos.  ¿Esto qué es?  Y se lo llevó para la barra.  Después seguí leyendo:  rúa de Cedofeita, Capilla de Ramada y rúa 9 de julio.

Vilanova de Gaia

Cuando tuve batería para unas fotos me eché a andar.  Pensé que podría sacarme de delante un par de kilómetros urbanos y por allí buscar donde dormir.  No había cruzado la Plaza y vi el hotel y me quedé.   Oporto merece una semana pero estoy deseando ir a disfrutar de esa cama de 40 euros.

Plaza de el Corte Inglés. Vilanova de Gaia

Vilanova de Gaia

Vilanova de Gaia

Vilanova de Gaia

Vilanova de Gaia

Porto

Plaza de Carlos Alberto. Porto

Plaza de Carlos Alberto. porto

Las escaleras Hotel s. Marino. Porto

Camino de Vilanova de Gaia

Camino de Vilanova de Gaia

Quinta en Pelosinho

fuente. Quinta en Pelosinho

atravesando Pelosinho

Niebla en el camino después de Malaposta

saliendo de Malaposta

Camino de Vilanova de Gaia

Camino de Vilanova de Gaia

Camino de Vilanova de Gaia

Camino de Vilanova de Gaia

Noticias relaiconadas

Lesiones y Dolencias Comunes en el Camino de Santiago

Descubre Finisterre: La Puerta del Fin del Mundo

Sabores del Camino Inglés: Un Viaje Culinario a lo Largo del Sendero