17 de mayo. De Vilarinho a Barcelos.

La creadora Rosa Ramalho convertita en una figura más, pero su obra sobre sale, como su cabra.

No se quedó sola la ciudad de Barcelos en alegrarme el día.  El puente de D.Zameiro lo hizo cuando estaba amaneciendo y el casco antiguo de San Pedro de Artes  cuando ya llevaba mediado el camino.    También lo hizo una mujer cuando estaba a punto de alcanzar Barceliños.  No fue un mal día a pesar de haber caminado la mayor parte de los 27 kilómetros que me tocaron hoy, por carreteras y calles adoquinadas, requiere una dosis mayor de voluntad.  Hay momentos en que no le ves sentido a este esfuerzo.  Piensas que te has equivocado en el planteamiento del camino.  Aminoras la marcha y te dispones a realizar una parada en cada pueblo que atravieses.  No te paras tantas veces como pueblos cruzas, pero te detienes con mayor frecuencia incluso en cosas que ni siquiera fotografías.  Es difícil eludir el ansia de llegar.  Cuando tienes una veintena larga de kilómetro por delante hay algo que te obliga a hacerlos cuanto antes.  Y es ese es el fallo. Me lo digo todas las noches, como ahora, sabiendo que es inútil.

Puente D.Zameiro

Esta mañana cuando amanecía, me paré media hora en el puente D.Zameiro  sobre el río Ave, un puente que ya existía en el s.XII, que formaba parte de una importante vía medieval, de origen romana, que unía la ciudad de Oporto con Barcelos.  Son muchas las fotos que hice del río, de los dos molinos que tiene en sus márgenes.

Unos kilómetros más tarde crucé de nuevo un río, el rio Este, también por un antiguo puente medieval, el puente de San Miguel de Arcos, que fue reconstruido entre los siglos XIV y XV .  No tuvo nada que ver la impresión que me causo el de D. Zameiro que había cruzado a primera hora de la mañana.  Ni el puente, ni el rio, ni la luz eran iguales.  De madrugada el puente D. Zameiro resultaba inquietante, por lo menos.

puente de S. Miguel de Arcos

Rio Este desde el puente de S. Miguel de Arcos

Poco después me detuve a desayunar en San Pedro de Artes.  Ya llevaba en el pueblo unos veinte minutos.  Me había detenido en su casco antiguo, maravillosamente rehabilitado.  Sobre todo ante su iglesia, todavía cerrada.  La iglesia y el convento fueron ofrecidos a los monjes benedictinos de la Orden de Cluny por Enrique de Chalons, el borgoñés que se había casado con Teresa, la hermana de nuestra Doña Urraca, que también se había casado con otro borgoñés.  Las dos eran hijas de Alfonso VI, rey de León y Castilla, que cuando se casaraon les concedió, respectivamente, los títulos de condes de Portugal y condes de Galicia.   El hijo de Teresa y Enrique, Alfonso Enriques, no sé si por ambición o porque se aburría declaró la independencia de Portugal, pero ve, como su padre, la conveniencia de traerse a los monjes de Cluny y construye la iglesia de San Pedro de Artes y se la entrega, como se había comprometido su padre,  a los benedictinos de la Orden de Cluny.   Los monjes negros tenían mucho interés en expandirse por la península ibérica y apoyar la reconquista y la cristianización del sur musulmán y los  monarcas peninsulares los querían porque les ayudaban a romper el aislamiento con el resto de la Cristiandad y  a establecer lazos dinásticos, culturales y religiosos.  Con pocos más datos entré yo en Artes pero suficientes para disfrutarlo.

Iglesia de S. Pedro de artes

San Pedro de Artes

Ha cambiado el paisaje, hay más campo, es menos urbanita, pero si algo llama la atención del camino son los tramos en que discurre encajonado en los altos murallones que cierran las Quintas de los terratenientes, aunque aquí, al norte de Porto, sus propiedades no tengan la extensión del sur.

De Vilarinho a Barcelos

De Vilarinho a Barcelos

Esta mañana, al caminar avasallado por los murallones que encierran las grandes propiedades, he pensado en el contraste que existe entre esos cierres tan poderosos, tan solidos y robustos, con los cierres transparentes de las viviendas de la gente de lo común.   Se me ocurrió si no sería una reacción popular a los cierres de las fincas de los terratenientes.  como si los hijos y los nietos de los jornaleros quisieran derribar los muros que jalonaron su infancia.

De Vilarinho a Barcelos

Ya me habían llamado la atención en Angola, allí fue la primera vez que me di cuenta, de que los cierres de las casas unifamiliares que habían edificado los portugueses por todo aquel país africano, eran cierres transparentes, que te permitían ver a través de ellos.  Desde entonces, hace ya dos o tres años, no hago más que lamentar el poco respeto que tienen los ayuntamientos gallegos por hacer cumplir a los vecinos con la normativa sobre cierres de fincas.

De Vilarinho a Barcelos

Los largos tramos de carreteras encajonadas entre altos muros de piedra, sin arcén, ya empiezan a verse también en Galicia.   Los tradicionales marcos con los que se vienen señalando, desde hace siglos, los lindes de las propiedades rurales, hace años que se empezaron a abandonar sustituyéndoles por cierres de ladrillo, de bloques de cemento o de perpiaño.  Es muy grande la falta de respeto de nuestros políticos por el paisaje.  Y desde la crisis de la construcción el perpiaño, que está muy barato,  se usa para todo.  Solo le falta para llegar al esperpento que lo instalen pulido, como las encimaras y las sepulturas.  Menuda moda la de domesticar la piedra.   Iba a escribir castrar, porque me acordé de Juan y julio, los hermanos especialistas en reconstruir en piedra vieja en los Ancares leoneses que me descubrieron el diferente el sexo de las piedras, las hay macho y las hay hembras.  Me lo dijeron con tanto convencimiento que acabé diciéndoles que les creía.  El fin y al cabo  he creído cosas menos demostrables.

De Vilarinho a Barcelos

El paisaje va cambiando.  Hoy he visto la primera camelia y la primera granja de vacas.  También he olido por primera vez el ácido olor del purín esparcido por un herbal.  Se ha mantenido la mezcla de tipo de viviendas, las grandes casonas de las quintas, las grandes casas semiurbanas, las pequeñas casas delos labradores y trabajadores más humildes, los chalets que van evolucionando lentamente desde la segunda mitad del siglo XX y las modernas casas unifamiliares de diseño.  En una de ellas he visto en el jardín una oveja blanca de barro, como un gesto naif de humanizarla.  También he escuchado cantar al cuco y me ha sorprendido la implicación de los pueblos y de la gente por señalar el camino a Santiago.

De Vilarinho a Barcelos

Poco antes de entrar en Barcelinho, que es la ciudad que está antes de cruzar el rio Cávado,  nos habíamos juntado por casualidad un grupo de cuatro peregrinos que sin hablarnos caminábamos siguiendo las flechas amarillas que nos llevaran a cruzar la N-130 por un pase subterráneo.   De pronto apareció un mercedes negro que al vernos dio un frenazo, bajó la conductora una mujer mayor y menuda que nos llamó a que nos acercáramos a ver lo que llevaba en el maletero de su coche.  Nadie le hizo caso, salvo yo, que soy muy paleto.  Llevaba fresas y mandarinas y las mostraba muy orgullossa diciendo “It´s organic, it´s organic”  La vi tan entusiasmada que le dije que me diera unas pocas fresas y dos mandarinas.    Cogió las fresas que le cabían en las manos y me las ofreció, le dije que no tenía donde llevarlas y me ofreció un gorro de playa que tenía en el maletero.  Me pareció más de confianza mi sudada gorra y puso en ella un montón de fresas y dos mandarinas.  Tantas no, tantas no, tuve que decirle, pues me pareció que quería venderme toda su frutería.  ¿Cuanto es? Le pregunté cuando pude controlarla.  Nada, me dijo.  Creí que no me había entendido y volví a preguntarle, cuanto me costaba la fruta.  Nada, nada.  Es un obsequio para vosotros los peregrinos.  Y no se me ocurrió nada más que darle dos besos.  Uno a veces es así de prepotente, como si dos de mis besos pagaran tanta bonhomía.  Debí regalarle mi navaja suiza.

Regalando fruta de su huerto.

Así, comiendo fresas y mandarinas, entré en Barcelinhos y después de las fotos al gallo de Barcelos y a las vistas de la ciudad desde el otro lado del Cádavo, crucé el puente y subí hasta la iglesia, deteniéndome antes ante la Torre da Porta Nova, la iglesia de Santa María Maior o Iglesia Matriz de Barcelos, el Ayuntamiento y la capillita que en uno de sus muros tiene una escultura de Conceiçao Sapateiro, que me recordó a la alfarera Rosa Ramalho, la primera, la original la que creó esta escuela en la que también está Joao Ferreira, de quien he visto hoy una escultura en el restaurante al que fui a comer, Porta 11.

el Porta 11 es uno de esos restaurantes donde elaboran la carta pensando en la salud de sus clientes y en la del planeta.  Ignoro lo que comí y de beber  agua, que es lo que conocía.  Me trataron bien y fueron muy agradables y no se molestaron con mis impertinencias.  Es verdad que me lo comí casi todo, aunque no pude con el postre.  Les dije que lo sentía pero que me resultaba imposible no irme a una pastalaría a comerme algo más convencional y mucho más incorrecto.  Para colmo me pidieron que les escribiera algo en el libro de firmas.  Algo que siempre rehuyo por la vergüenza posterior, como la que siento ahora después de haberles emborronado una página entera para darles las gracias por su amabilidad.

Mi comida de hoy

Ahora estoy en la Casa das Natas, que es una sucursal de la que hay en la praça de Galiza en Braga.  Y la verdad, las natas son maravillosas y las tartitas de limón también.  Os dejo, todavía no cogí habitación y, por lo tanto, estoy sin ducharme y va siendo hora.

La Torre de Barcelos

Ferretería en Barcelos

El gallo de Barcelos

Iglesia do Senhor Bom Jesús da Cruz

Paso do Conde de Barcelos

Palacio Municipal de Barcelos

Iglesia Santa María Maior de Barcelos

Barcelos al otro lado del río Cávado

De Vilarinho a Barcelos

San Pedro de Artes

Iglesia de Artes

Casa en Artes

Mayo en las iglesias de Barcelos

Mayo en las parroquias de Barcelos

Camino de Barcelos

Camino de Barcelos

Barceliños

Camino de Barcelos.

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