21 de mayo de 2019. De O Porriño a Pontesampaio

Pontesampaio

Aquí estoy, en Pontesampaio,  y aunque afrancesado nadie me echó del pueblo, todavía. Pero me han dado muy mal de comer.  Mi padre, siempre que cruzábamos el rio Verdugo por su desembocadura en Arcade, me señalaba el puente medieval que hay más arriba, y me contaba la batalla heroica de los vecinos de Pontesampaio que habían vencido al mariscal Ney y a su ejército de 10.000 soldados.  “Después de esa derrota los franceses se retiraron de Galicia”, me imagino que terminaría diciéndome.  Porque, lo de los cañonazos de Pontesampaio se escucharon en Waterloo, sería demasiado.

Pontesampaio

Por aquel entonces, por mi casa andaba el libro de Don Salustiano Portela Pazos, que era un canónigo de la catedral de Santiago, en el que contaba la guerra de la independencia.  No sé si lo que sé de aquella guerra es por el libro o por las historias que escuché de pequeño.  Mi memoria es mala.  Si me acuerdo de Don Salustiano y su obra es porque en aquella época los canónigos de la catedral eran para los santiagueses, como los nombres de los jugadores de futbol para los aficionados a ese deporte.  Te los sabías, porque eran personajes públicos de la ciudad.  Por entonces, decía Camilo José Cela que a él lo que le hubiera gustado ser era canónigo de la catedral de Santiago.  Pero esa es otra historia.

Pontesampaio

Así que no sé si  se debe a la historia de Don Salustiano o al hecho de vivir en un momento -50/60 del s.XX-  y en un lugar – Santiago de Compostela- pero la guerra de la independencia siempre me pareció la guerra de los curas contra los libertinos franceses.  Y, desde muy joven, me dije:  Yo sería afrancesado.  Ya entonces me parecía mucho más razonable, más sano y mucho más divertido.

Pontesampaio

En todo esto pensaba yo al cruzar el puente.  Me estaba pasando desde el lado de los españoles, portugueses e ingleses, al del mariscal Ney y mientras cruzaba el rio Verdugo empecé a tocar con la gaita, la marsellesa.   Perdona, Ramón.  Es una broma.  Pero no se me olvidó lo que me contaste un día de tu primo, también Ramón, el que estaba en el exilio.  Te parecía un poco fulero, a mi me parecía gracioso,  porque presumía que en el 36, estando en el frente,  se había cambiado al bando republicano mientras iba tocando la gaita.

Bueno estas son historias que el paisaje espolea en tu memoria, y hoy es el puente sobre el Verdugo en Pontesampaio  el que remueve mis recuerdos mientras estoy tirado aquí, en la terraza de la foto, tras el largo paseo de siete u ocho horas por las carreteras y los montes, haciendo el camino a Santiago desde O Porriño.  En algo hay que pensar.

Saliendo de O Porriño

Salí de O Porriño a las seis y media de la mañana y  mientras atravesaba el pueblo fui percibiendo una imagen de la localidad muy diferente de la que me había hecho la tarde anterior cuando llegué.    De madrugada, despoblado y en semi penumbra,  me pareció que O Porriño todavía no había comenzado su reconstrucción después de la guerra contra la crisis.  Lo primero que me llamó la atención al salir a la calle fue encontrarme con que un gran edificio de pisos estuviera a medio construir y arruinado en el centro del pueblo, a partir de ahí me fueron saliendo al paso todos los puntos deteriorados de la ciudad, a la vez que se me hacía presente la imagen del hotel donde había pasado la noche, el de mayor categoría del pueblo, de tres estrellas, que llevaba muy mal sus probables cuarenta años.  Salí de O Porriño como quien huye de la desolación.

Saliendo de O Porriño

Fue una larga mañana de caminata, como casi todas, y por asfalto, casi siempre, por no cambiar la tónica de este camino portugués.  Menos mal que las carreteras apenas han tenido tráfico y los muchos peregrinos que coincidimos pudimos caminar sin sobresaltos.  Como en las etapas portuguesas el camino discurre por una geografía muy poblada y, en un setenta por cien, entre casas unifamiliares, pues aquí, como allí, somos dados a la dispersión y a la desurbanización.

Saliendo de O Porriño

Subí al alto de la capilla de Santiaguiño pasando por Veidagaña y por la capilla de Santa Eulalia y por el pazo de los marqueses de Mos, que donó a la parroquia de Mos Eulogio Gómez Franqueira, el maestro que fundó Coren y puso en fuga al comando etarra que lo quiso secuestrar.  Lástima que la reconstrucción realizada por la comunidad de montes destrozara de tal manera el entorno del pazo.  ¿Dónde estaría Patrimonio?.

Paso dos Marqueses de Mos

Pazo dos Marqueses de Mos

La capilla de Santiaguiño está en el punto más alto por el que pasé en el día de hoy, a 229 metros.  La capilla que es una obra simple y sin ningún llamativo, fue construida en el 2003 por la comunidad de montes de Guizán.  Lo que hacen las comunidades de montes con su dinero es cosa de ellos, pero no estaría mal hacer una lista de inversiones.  Creo que llamaría la atención por sus rarezas.

Capilla de Santiaguiño

Dejando la capilla de Santiaguiño (hasta ahora Santiaguiño solo había uno y era el de Padrón) el camino pasa junto a un auténtico miliario romano, que era como un mojón de los kilómetros, que en este caso señala una millia passum de la via XIX, que es la que venimos transitando ya desde hace unos días y es la que unía Braga con Astorga, pasando por Iria Flavia y Lugo.  Una vez que le había hecho la foto y reiniciado la marcha, oí un ruido como de caída de varias piedras y al darme la vuelta no ví más que a un peregrino y me extrañó, hasta que me di cuenta que en el Milliario ya no estaba cubierto de piedrecitas , de esas que algunos peregrinos se dedican a acumular en cualquier lugar sobresaliente como este.  No sé si lo haría porque le molestaban los gestos supersticiosos en el camino o porque prefería ver el miliario tal cual es.

Miliario romano

Miliario romano sin piedrecitas

En todos los caminos abundan los lugares de cultos extraños en los que se acumulan piedras, se dejan botas o recuerdos.  Uno muy particular es el que me encontré esta mañana justo antes de iniciar la bajada a Arcade, en el que se cuelgan las conchas de vieira con las que acostumbran a identificarse los peregrinos a Santiago.

Antes de bajar a Arcade

Detalle

Siguiendo por la vía romana desembocamos en el lugar de Vilar, ya del municipio de Redondela, por donde deberían de pasarse los de Ordenación del Territorio para que se pongan a controlar lo importante, como es la altura de los cierres de las parcelas urbanas que tanto perjudican a la habitabilidad urbana, y no el color con el que pintan los ciudadanos sus casas.  Ay! Portugal, como echo de menos sus cierres transparentes.

Vilar. Redondela

Vilar. Redondela

En Vilar, diría que trabaja poca gente, la panadería-pastelería y la churrasquearía, estaban cerradas  a las nueve de la mañana. Y casi me alegro porque no me quería detener en un lugar de calles amuralladas. Me detuve un poco más tarde después de  bajar una empinadísima cuesta tres kilómetros antes de Redondela.  Allí cogí fuerzas y allí coincidí con el mallorquín con el que había comido días atrás en Sao Bento da Porta Aberta. Él iba acompañado de un portugués, experimentado en los caminos a Compostela y el tiempo que estuvimos juntos no dejó de contar anécdotas de los distintos caminos.

Bajando a Redondela

Cuando volví a quedarme solo, desayuné con calma y una vez terminado me puse en marcha con la intención de acabar la jornada en Redondela, la villa de los choquitos.  Me abstuve de pedirlos.  Una pintada, hecha en una banda de papel pegada en uno de los pilares del puente de hierro del ferrocarril que sobrevuela la ciudad , decía: solo en verán o choco molla o pan.    Más me hubiera valido una ración de chocos, porque me tomé dos pastelitos que me dieron la mañana.  Creo que fue el de coco que me revolvió el estómago.

Redondela

Me tiré en Redondela como una hora hasta que decidí seguir camino a Arcade, localidad de muchos albergues, hoteles y restaurantes y que solo me quedaba a 6,7 km.  Allí pensaba tomarme una botella de agua y un trozo de pan, pues el pan  me devuelve la paz a mi estómago.  Pero el camino se escapa en Arcade de los lugares donde detenerte y por eso acabé en Pontesampaio, en donde me rendí al cansancio pasado el Verdugo y me quedé en la terraza de la fotografía del principio un bar que hay  justo al terminar el puente.

Camino de Arcade

Allí comí un menú del día y allí me aconsejaron que me viniera a este albergue, El Mesón, que acaban de abrir.  Y me vine y en donde por 15 euros me han dado cama en una celda para mi solo.  Digo celda y digo bien, pues el cuarto es monacal:  un catre y una llave de la luz, sin nada más,  pues ni la puerta  tiene cierre.  Pero está bien.

Camino de Arcade

Me han pasado más cosas y he hablado con más gente; pero son tan poco importantes como lo que os he contado, así que no perdeis nada.  A lo mejor una sonrisa con lo que me pasó con la ducha; pero eso os lo contaré otro día.

subiendo a Santiaguiño

Subiendo a Santiaguiño

Subiendo a Santiaguiño

Vilar. Redondela

Vilar. Redondela

Vilar. Redondela

Camino de Redondela.

Redondela

Saliendo de Redondela

Bajando a Arcade

Arcade

Arcade

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