De Ferrol a Neda. 10 de septiembre de 2019

Ria de Ferrol. Barrio de Caranza al fondo.

Cuando me bajé del Castromil, ahora Mombus, en la estación de Ferrol eran las 10.35 horas.  Callejee en busca del puerto con la intención de pasarme antes por la Iglesia de San Julián, la concatedral, para hacerme con la credencial del peregrino. Me confundí de iglesia, me fui a la castrense de San Francisco, que está más allá del palacio de Capitanía, justo detrás del Parador de Turismo, dominando la ría.  Tuve que volver atrás.  En la concatedral había misa y una docena de personas mayores esparcidas por la bancada. Me lo advirtió el hombre al que le pregunté en la puerta por la credencial y que fue el que me llevó hasta la sacristía, donde había un hombre leyendo un libro y una mujer que me pareció que buscaba algo por los cajones, que había muchos.  Les pedí permiso para hacer unas fotos y me respondieron con un gesto desganado que traduje en “haga lo que le de la gana” y lo hice.

Sacristía de la iglesia de S. Julián. Ferrol

Como debería de andar la hora sobre las once consideré que tenía tiempo para enredarme un poco por la ciudad, a la que los periódicos calificaban en los sesenta y setenta de “departamental” y nunca, hasta ahora, me pregunté por qué.   Sería porque la ciudad dependía enteramente de la marina de guerra

Me gusta Ferrol, siempre vengo con ganas de penetrarla, de disfrutarla, de pasearla.  Y siempre espero encontrarme una manifestación de gente joven reclamando de una vez la modernidad, gritando  “Adelante el siglo XX” .  Sí, Ferrol se quedó en el XIX.  Aunque hay escaparates de comercios que han conseguido alcanzar la estética de los sesenta. Bueno, hay un tramo de la calle Real donde te sorprende que hayan abierto Zara Home, Roberto Verino y Adolfo Domínguez.  Es en el mismo tramo donde está el Casino de la ciudad, a estas horas desierto.  Y donde tres terrazas ocupan casi toda la calle dando sensación de que algo de vida hay. Pero es solo ahí.  A esas horas, las once, las calles Galeano y María estaban desiertas y tuve la sensación de que la ciudad no se había despertado todavía En los jardines de Amboage solo una joven paseaba y, muy probablemente, obligada por el perro que la llevaba de un lado a otro, y en los de Capitanía General, donde está la estatua de Jorge Juan, no había nadie.

Me fui al puerto, al muelle de Curruxeiras, que le llaman, y me costó encontrar el monolito que señala el comienzo del camino.  Me lo indicó el que trabaja en la Oficina del Peregrino al que acudí cansado de buscarlo.

Muelle de Curruxeiras. Ferrol.

A este puerto arribaban irlandeses, galeses, escoceses, ingleses, escandinavos y flamencos sobre todo entre los siglos XII y XV.  Lo hacían también a los puertos de A Coruña, Ribadeo, Muros y Noia; pero el Inglés es el que se ha promocionado y que puede hacerse desde A Coruña o desde Ferrol, pero solo desde esta última ciudad se andan más de los 100 kiñómetros, que es la distancia mínima para que te den la Compostela”

Calle Curruxeiras o Carme. Ferrol

Hay un poema medieval inglés, Pilgrims Sea-Voyage and serum-Sickness, que habla de las penalidades que sufrían los peregrinos británicos en su viaje por mar hasta las costas gallegas.  Nada que ver con lo que sufrían los emigrantes a América en la mitad del siglo XX.   Celina, mi vecina, que se fue allá con la intención de ganar dinero para comprar la tierra en la que trabajaban por la comida, me contó su primer viaje. Partieron de Vigo y durante quince días no salieron de las bodegas donde los habían instalad.  Los hombres en una y las mujeres y los niños en otra.  Fue un viaje terrible, según me dijo, todo eran lamentos, lloros y vomitonas. Otra cosa es el destino, en la Galicia de aquella época, cuenta el distinguido peregrino inglés Andrew Boorde, hombre de talento y afamado médico, autor de la primer guía para viajeros en inglés,  que peregrinó por primera vez a Compostela en 1532, que no encontró en España más que peligros tremendos, penalidades sin fin, frio, hambre, ladrones y gente de mal vivir.  Y no fue el único que describía así el ambiente que se vivía y sobre el que no cabe muchas dudas, pues también fueron numerosas las medidas adoptadas por los reyes, algunas severísimas, para proteger a los peregrinos.

Iglesia castrense de S. Francisco

Pues en estas cosas y en otras que me había traído a la memoria el paseo por el muelle de Curruxeiras, cuando me di cuenta que ya eran las doce y que debía ponerme en camino si quería tener cama en el albergue de Neda.

Casino de Ferrol

Fue un camino de 15 kilómetros según las guías que a  i me salió en veintitantos si tengo en cuenta lo que dice mi móvil, del que sé por experiencia que siempre mide menos .

Un primer tramo urbano, hasta pasar el astillero de Navantia, antes Bazán, y a partir de ahí el camino va alternado sendas de tierra junto al mar con tramos urbanos.

Entrada al astillero. Ferrol

Después de la última puerta de Navantia, el camino coge la orilla del mar y va serpenteando por pequeñas calas hasta llegar al barrio de Caranza.  Calas de arena sucia de algas y restos que depositan las mareas, en las que solo hay barcas amarradas y alguna ya destruida por el tiempo, como la que me llamó la atención en la que la cuerda con la que está amarrada a un árbol de la orilla se mantiene casi intacta mientras la barca está desintegrándose con sus costados podridos.

Camino Inglés. Ferrol

Un paseo por Caranza viendo el no había más, en la arena, que una mujer tomando el sol y, arriba, en una fuente un hombre en traje de baño quitándose las arenas.  ¿Por qué no hay nadie en la playa?  Le pregunté. Bueno, la gente suele venir después de las tres de la tarde, me respondió en un tono de disculpa.

Playa de Caranza

La playa de Caranza termina en un pequeño malecón que se adentra en el mar sin otra razón que la de defender de la violencia del mar unas instalaciones que hay después de la playa.   En la punta del malecón una mujer tomaba el sol en una silla plegable y un hombre trataba de pescar algo.  Me desvié del camino y me acerqué a ellos solo por conseguir una foto.

Playa de Caranza. Malecón. Ferrol

Después del barrio, el polígono industrial,  el camino lo bordea por la orilla derecha de la ría.   Después corre un centenar de metros junto a la via del tren para meterse por las callejuelas de una urbanización rural en cuesta.  Y más tarde, de  nuevo el mar ya casi en el final de la ría, con la sorpresa del Monasterio de San Martiño de Xuvia, que en el s.XII llegó a ser uno de los más importantes de España y en donde comienza el camino a San Andrés de Teixido, a onde hai que ir de mortos sinon imos de vivos.  El monasterio se encuentra en un entorno rural de vacas y cabras pastando y con dos monumentales cerdas celtas, quizá de las últimas explotaciones rurales en la zona.

Mosteiro de S. Martiño de Xuvia

Antes de Xuvia, el camino se divide en dos opciones, una que te lleva directamente al camino que une Xubia con Neda y la otra que da una vuelta por un ugar que llaman Outeiro de Xuvia donde hay un impresionante malino de marea. Yo elegí esta última y como premio decidí pararme a comer en la primera cafetería que encontré en la localidad.

molino de Marea en Outerio de Xubia

Después seguí camino a Neda que para mi sorpresa estaba a tn solo dos kilómeyros de donde había comido.  Crucé el primer puente peatonal sobre el rio y entré directamente en el albargue que está a tan solo un centenar de pasos.  Fui él séptimo peregrino en llegar. Me atendió una mujer inglesa y mayor que se había leído todas las instrucciones. Ella me dijo que había que coger un número, me dio la ropa de cama y me dijo como entrar y salir del albergue facilitándome la clave.   Tomé posesión de mi cama, me di una ducha y me vine a la carretera que va a Pontedeume a sentarme en una churrería en donde acabo de escribir esto que, a lo mejor, fuisteis capaz de leer hasta aquí.

Neda.

ferrol

Neda

Os Peregrinas. escola Infantil. Neda

La habitación del albergue. Neda

El albergue. Neda

Muiño de Marea. Xubia

interior. Muiño de Marea. Xuvia

Peregrinos entrando en Xuvia. eligiendo una opción

Playa de Caranza. Ferrol

Porco Celta con la ría de Ferrol detrás

Cabras en el camino inglés. Ferrol

Alameda. Ferrol

Jardines de Jorge Juan. Ferrol

Ferrol

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