Uno de enero
Mucho mundo, muchos viajes y al final viajar con Javier es como hacerlo con mi tía Cuca. Llegamos al aeropuerto de Dire Dawa con dos horas y media de adelanto sobre la hora de despegue. Es decir con tiempo de sobra para un aeropuerto en el que entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde solo despegó nuestro avión, el que tenía que salir a las 13.50 que salió precisamente a las 16.00. Así empezamos el viaje con dos horas y diez minutos de retraso. Pero como el plan era estar cuatro horas en el aeropuerto de Addis Ababa, así repartimos el tiempo. La mitad en cada uno.
El vuelo bien. Solo me arrepentí de haber emprendido este viaje durante cinco o seis minutos, el resto casi me duermo. No pudimos ir juntos, porque a pesar de que en Dire Dawa solo tomamos el avión 27 pasajeros y un niño, el vuelo venía con cuarenta personas de Jajiga, , a donde pensamos ir dentro de unos diez días aproximadamente.
Al entrar, una mujer de traje y túnica azul oscuro, que me pareció joven, me indicó que me podía sentar a su lado y como el asiento de delante también estaba vacío, le agradecí el gesto y ocupé el asiento y guardé el delante para Javier, que venía cinco personas detrás de mi. A Javier le tocó como compañera de viaje la madre, que iba vestida como la hija pero en color crema. Al parecer las dos querían viajar en ventanilla. Eran emigrantes en Estados Unidos y vivían allí desde hace 25 años. Mañana volvían para allá. Eso le contó la madre a Javier. A mi la hija tan solo me cogió el brazo cuando las ruedas tocaron tierra en el aterrizaje. Por lo demás ni una palabra aunque le vine pisando las chanclas todo el vuelo. Las dos iban envueltas en tela de la cabeza a los pies, solo les quedaba fuera el óvalo facial. Cuando ya nos habíamos puesto de pie y los pasajeros nos apretujábamos en el pasillo, mi compañera de vuelo me pasó una bolsa de deportes, pequeña y rectangular. La cogí y se la posé en el asiento donde había estado sentado Javier, al lado de su madre. Y así esperamos a que abrieran la puerta, bajaran la escalerilla y nos permitieran salir (Coño acabo de matar una cucaracha que iba directa a mi mochila, aquí en la terminal de Addis ababa). Cuando ya nos empezábamos a mover, veo que la madre se va sin la bolsa y la llamo y le digo que se deja la bolsa y me hace gestos como que la deje o que la lleve yo o que es cosa mía. Joder para la tía esta, pienso, hay madres que son la leche. La hija me pide socorro y la madre se va de rositas. A todas estas, la marea de salida ya me había tirado fuera del avión. La madre ya se iba hacia la terminal y la hija no acaba de salir y yo con una bolsa que no era mía dirigiéndome a la terminal de Addis Ababa, con la cantidad de controles a que nos iban a someter. Pero en ese momento unos mozos nos salen al paso y nos obligan a todos a dirigirnos a un autobús que está a medio camino de la terminal. Suerte, allí me encuentro a la mujer y nada mas entrar le deposito la bolsa en el regazo. Y le dije en castellano, por desahogarme, Joder Señora, creí que la perdía. Y me miró con cara de interrogación. Y le dije lo que me dijo a mi el camarero aquel que se sabía la vida de Halei Salasie, Que che dean. Y me marché mosqueado para el fondo del autobús donde ya estaba Javier. Seguro que la bolsa estaba llena de ropa usada. Pero eso no se hace y menos a un seguidor de Homeland (va de terrorismo islamista en EE.UU.) que aunque no es de HBO sino de la Ford se deja ver.
Bueno, a todas estas me que dé sin comer. Javier comió en la terminal de Dire Wara el plato del día, no el menú, sino el plato único que hacen cada día. En esta ocasión tocaban tallarines. Le dieran a elegir, tallarines con bonito, tallarines con tomate o tallarines a la boloñesa. Eligió estos últimos y como tartadaron tanto en servirle y creíamos que a las tres nos íbamos, se los tomó atropelladamente. Yo prefiero esperar y comer algo tranquilamente en la terminal de Addis Ababa, le dije
Pero al llegar a Addis Ababa, nos echaron de la terminal de vuelos nacionales diciéndonos que no abrían hasta dentro de un rato. Cuanto? Una hora o media hora o algo así, nos dijeron. Nos fuimos hacia unas sombrillas y unas sillas de Coca Cola junto al parking y allí nos tomamos lo mas atractivo del mostrador dos bollos a medio camino entre el cornecho y el cruasán.
El vuelo al Lago Tana se retrasó como dos horas y Javier y yo tuvimos tiempo para desesperarnos, pero sin dramatismo. El se vio una peli en el ordenador y yo empecé a escribir esta crónica e hice alguna foto que otra. Incluso tuve que hacerle una a tres tíos que estaban muy contentos y querían guardar un recuerdo de este día. Se la hice porque me la pidieron y con una cámara suya. Bueno, que nos enredamos lo que pudimos, tanto nosotros como el resto del pasaje. Y en un momento le comenté a Javier el tema de la bolsa, de la que ya habíamos hablado fugazmente en el autobús. Y tu cómo coges una bolsa que no sabes lo que lleva. No, no, yo no cogí nada a mi me la dio la hija para que se la pasara a su madre, pero la madre se largó por las buenas Qué madre? Coño, la de la chica, la que iba a tu lado, las americanas. No, no, me dice. La americana era la señora que iba a mi lado, la que iba junto a ti no se quien era. Pues la hija, le dije yo. Cómo la hija. No era la hija?, le pregunté extrañado. No, no. La señora que iba a mi lado viajaba sola y venía de Estados Unidos. Pero tu me dijiste que con su hija. Si, pero no era esa que su hija le estaba esperando aquí para marcharse mañana a Estados unidos. Joder pues yo le he dado la bolsa de la otra señora. Menudo viaje me espera contigo, dijo Javier.
Llegamos muy de noche al Lago Tana, al aeropuerto de Bahir Dar, es un aeropuerto pequeño en el que están ampliando la terminal. La cinta del equipaje que podéis ver en la foto era de la vieja terminal, así os podéis imaginar que muy grande no era. La noche es fresquita, como una de verano en Galicia. Cenamos casi bien en la terraza del hotel, Javier en manga corta y yo con una cazadora y me pondría un anorak de los de invierno, para mi sorpresa nos sirven los platos directamente sobre la mesa, sin mantel ni grande ni pequeño. menos mal, nos dan una servilleta de papel muy fina para cada uno. Estamos en el Hotel Homeland todo un lujo para aquí, nos ponen floreritos con rosas por todas partes, incluso una deshojada sobre la cama. Sobre la mía que era doble, a Javier el toco sin ella. Pero está mucho peor que uno de tres estrellas de por ahí. Como siempre el material no es muy bueno, es malo, y todo parece que está sin terminar. Sin embargo el precio es muy de por ahí, 76 dólares americanos y en la nevera de la habitación tan solo dos botellines de agua. Eso si, el personal encantador, como suelen ser las personas de este país.
Para mañana tenemos previsto recorrer el Lago Tana, es el mas grande de Etiopía y el que se encuentra a más altitud, en él nace el Nilo Azul y a las cataratas tenemos pensado ir dentro de dos días. Este lago es muchísimo mas ancho que cualquiera de nuestras rías, pues mide 84 kilómetros de largo por 66 de ancho. la Ría de arousa tiene 33 kilómetros de largo y su anchura mayor es de 8 km, si tenemos en cuenta que de Svalora a O Grove hay 4,5 km y de Sálvora a Ribeira, 3,5.
La profundidad máxima es 15 metros en el Lago Tana. En la mochila metimos el traje de baño, pero hace un momento que el cooperante me dijo que había hipopótamos y cocodrilos y ya le advertí que en canoa no voy.
Vista de satélite (abril 1991; el N está a la dcha.)
En el lago hay treinta y dos islas, pero hay quien cuanta treinta y siete. Y no hay mareas. Da igual no las vamos a visitar todas. al parecer en diecinueve de ellas hay o hubo iglesias y monasterios que n os hablan de la historia de esta región, porque ya fueron construidos en lugares de cultos anteriores. Javier se encargó de buscar un guía porque recela, cuestión económica, de las tour operator. Y eso es lo que vamos a hacer mañana visitar las islas y disfrutar del paisaje y de la fauna, además de darnos una vuelta por Bahir Dar, la ciudad que nos acoje.