En tan solo doce años, la mitad del pescado que se consume en el mundo procede de la acuicultura. De una actividad de poca relevancia a convertirse en uno de los motores del consumo alimentario del mundo. La revista Proceedings, publicación de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, recoge la evolución del consumo de productos provenientes de la acuicultura desde 1995 hasta 2007. Durante este tiempo, la producción se triplicó evolucionando desde la marginalidad hasta el peligro ecológico. Los investigadores advierten de que esta expansión espectacular de la acuicultura supone una seria amenaza para la vida marina. En 2006, la producción total superó los 50 millones de toneladas métricas y se se capturaron unos 20 millones de toneladas de especies salvajes para alimentar a las de acuicultura.
El aumento de demanda de pescado obedece a un cambio en la dieta de las sociedades occidentales, donde los ácidos omega 3 –presentes en la grasa del salmón, sobre todo– se ha incorporado como fuente de salud: son eficaces para evitar el riesgo de enfermedades cardiovasculares. No es difícil entender que los consumidores preocupados por su corazón aumenten su demanda de pescado.
Para explicar los datos del estudio, Rosamond L. Naylor (Universidad de Stanford, EE UU), líder de la investigación, explicó como afrontan el aumento de la demanda las empresas de la acuicultura:
“Para maximizar el crecimiento y mejorar el sabor de los productos, las granjas de acuicultura utilizan grandes cantidades de carne y aceite de pescado de especies salvajes de poco valor de mercado, incluida la sardina.”, aseguró Naylor. “Hacen falta hasta dos kilos y medio de peces salvajes para producir medio kilo de salmón en cautividad, y se come mucho salmón”.
Los científicos indicaron que la única vía para mantener una producción sostenible pasa por reducir la presencia de grasas de pescado en la dieta. Una reducción del 4% en la dieta provocaría que hiciese falta dos kilos de peces salvajes para alimentar a los salmones. También se están investigando otras formas de obtener los ácidos omega 3 por otras fuentes: a partir de microorganismos unicelulares y plantas modificadas genéticamente.
“Con incentivos económicos y regulaciones apropiadas, se puede acelerar esta transición en la alimentación y preparar el camino hacia el consenso de que la acuicultura debe ayudar al océano mundial y no agotarlo”, dijeron los científicos.