Andrés, Aurelio y Simón proceden del desierto canario y la semana que viene llegarán a Morales del Vino, localidad a cinco quilómetros de Zamora, donde los instalarán cómodamente en una gran finca de 40 mil metros. Son camellos y se van a preparar para hacer el camino de Santiago en unos meses, como ya lo han hecho en ocasiones anteriores sus compañeros, una cabaña de 12 burros, en su mayor parte de raza zamorana.
La iniciativa parte de El burro peregrino, una empresa que nació hace cinco años después de que a tres amigos, amantes de la aventura, se les ocurriese comprar dos burros para portear las mochilas mientras peregrinaban a Santiago. Y tan peregrina resultó la idea que, desde entonces, no han parado de hacer el Camino a Santiago con los animales de manera comercial, es decir, contratados por grupos de 10 a 15 personas a los que siempre acompañan dos de ellos con cinco pollinos, en los tramos comprendidos entre Sarria y Santiago de Compostela.
Ración de cebada y pienso
“Nosotros siempre vamos con la expedición para cuidar de los animales porque hay que aparejarlos y desaparejarlos todos los días, lavarlos y darles de comer”, comenta Paco Camba, uno de los socios fundadores. Para el camino hay que proveerse de “unas buenas raciones de cebada y pienso”, junto con las alpacas que Francisco y sus compañeros se encargan de dejar en los mercados de ganado de Galicia para avituallar a los animales o en los albergues que ya están acondicionados para el descanso de los burros.
Además del esmero con que miman a los cuadrúpedos, también se cuidan de satisfacer el paladar de los jumentos. “En agosto les damos manzanas”, que les gustan y ayudan a reponer fuerzas para el camino, señala Francisco.
La llamada de Bigas Luna
En los últimos cinco años El Burro Peregrino recopila un amplio anecdotario de historias, pues la curiosa iniciativa no deja de llamar la atención hasta en los peregrinos más ilustres. Cuenta Paco que un buen día recibieron una llamada telefónica del cineasta Bigas Luna para interesarse por alquilar unos cuantos rucios para hacer el Camino. “Me pidió detalles y me comentó que volvería a llamar porque en ese momento estaba enfrascado con el rodaje de la película Yo soy la Juani”.
En otra ocasión, un librero vallisoletano nos llamó porque quería comprar un burro para regalarle a un amigo suyo, “ni más ni menos que el escritor Sánchez Dragó”, relata Paco, que fue él mismo a llevárselo en persona.
Pero las sorpresas no han dejado de sucederse, desde que Paco, Fernando y Toño se embarcaron en la empresa. “Hay veces que quieren llevar un animal para el Camino a toda costa sin límite de precio. Una señora llegó a propornernos alquilar ella sóla los cinco burros con que viaja todo un grupo de 15 personas. Y en otra ocasión dos italianos se desplazaron desde Milán hasta Zamora sólo para alquilar uno de nuestros asnos”, cuenta Paco.
Reconocen que el camino, por más veces que lo hagan simepre les sorprende, como la vez que en Astorga encontraron un matrimonio de edad avanzada procedente de Suecia que, acompañados también de un burro, llevaban cuatro meses haciendo el Camino de Santiago. “Tanto nos llamó la atención que le revisamos los cascos al animal y estaban intactos”, se sorprende Paco.
27.000 visitas al año
La página web de El Burro Peregrino es una de las más curiosas referencias online sobre el Camino de Santiago. Sus responsables no dejan de sorprenderse ante las estadísticas que revelan un alto número de consultas. El año pasado contabilizaron 27.000 visitas, desde todos los puntos del globo. “Trinidad Tobago, Lietchestein, Benin… y así una larga lista de países que, en muchas ocasiones no sabríamos ni colocar en el mapa”, se confiesa Paco.
Con este éxito no es de extrañar que poco a poco vayan aumentando la caballa. La familia de piñones crece a medida que puede y hoy día ya son 12 los burros. La última en llegar a Morales del Vino es una preciosa burrita bicolor, hija de Tomasita y del semental Pío.
El burro se hace querer
“El burro se deja querer y suscita las simpatías de todo el mundo. Separarse del animal es lo que más duele, una vez concluye el Camino. Se crea un vínculo con ellos, porque los vas cuidando. Incluso un año después nos siguen llegando mails de personas preguntando por el animal que los acompañó, enviando y pidiéndonos fotos”, narra Paco. Por eso no es difícil de explicar cómo sobrevive esta iniciativa que, según admiten sus responsables, lo hacen con independencia de sus propios trabajos. Paco es funcionario en la Administración y Fernando regenta una funeraria, profesiones que les proporcionan “cierto margen” para decir siempre que sí cuando una nueva aventura en el Camino los llama.
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