La Xunta de Galicia se ha decidido por fin a abrir el melón de las líneas de bajo coste. Pondrá dinero, llevará la negociación con las compañías y aprovechará este asunto para poner en marcha su proyecto de Galicia, cidade única, que comenzará precisamente por “tres aeropuertos, un destino”.
El dinero que va a gastarse en esta operación alcanza los 5,5 millones de euros que procederán de los presupuestos de las consellerías de Cultura e Industria. Sin embargo, el proyecto es eminentemente turístico y por eso lo explicó la secretaria xeral de Turismo, Carmen Pardo; pero también conlleva un cambio del modelo aeroportuario gallego. No tenía sentido, dice la secretaria xeral, que tengamos “tres vuelos a Londres y ninguno a Amsterdam” en vez de volar a diferentes destinos desde los distintos aeropuertos gallegos.
La iniciativa de la Xunta, aunque tiene cierto retraso, es para aplaudirla. Si bien hay que achacarle la cobardía de ceder ante las presiones localistas. Los vuelos de bajo coste deberían de volar todos a Lavacolla, es lo que piden las compañías. El destino turístico de Galicia es, sin duda ninguna, Santiago de Compostela. La monumental ciudad gallega es lo que mejor se vende mundo adelante, su atractivo hace que el PIB gallego suba un punto o punto y medio en cada Xacobeo. Es pues una lástima que tengamos que perder recursos en satisfacer las presiones localistas que prefieren seguir ignorando que los turistas que vuelan a Santiago se pasan dos días en Compostela y tres en el resto de Galicia.
Pero política es el arte de lo posible. Y al menos en esta ocasión la dispersión de recursos se hace mientras se avanza en imponer el sentido común en la organización del país, empezando por los aeropuertos.
Rodolfo Lueiro es periodista