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8 de mayo de 2019. De Tomar a Alvaiázere

by labsgrup_pablo

Hoy me cansé mucho.  Subimos y bajamos largas y empinadas cuestas que me hicieron dudar de mi capacidad para acometer esta empresa.  Me consolé cuando ya en el último tramo  caminábamos juntos e igualmente agotados los diez o doce peregrinos que desde el primer día coincidimos en la elección de las dimensiones de las etapas.  Nadie se había adelantado y a nadie le había resultado fácil.

El camino junto al río Nabao

El camino junto al río Nabao

Yo me había detenido dos o tres kilómetros antes en el restaurante que hay frente a una gasolinera, apartado unos doscientos metros del camino.  Llevaba 25 kilómetros desde las 5.45 de la mañana y los últimos 15  sin descanso alguno a pesar de haber subido y bajado dos montes.  Me dolían los gemelos  y los muslos y no dudé en desviarme del camino para descansar antes de acometer los últimos nueve kilómetros.

El Camino junto al rio Nabao

El Camino junto al rio Nabao

Puesto en marcha de nuevo y ante una larga recta, me sorprendió el no ver a nadie por delante . Pero dos kilómetros más tarde,  cuando estaba admirando una casa grande, con restos de fortificaciones medievales, que parecía que haber sido restaurada recientemente, una voz procedente de su interior me llamó por mi nombre.  Allí estaban los que creí que ya andarían dándose de alta en uno de los albergues de Alvaiázere.

el descanso antes de Alvaiázere.

El descanso antes de Alvaiázere, en la Quinta da Cortiça-Casa da Torre

Todos se alegraron de verme y me recibieron entusiasmados como si hubiera superado una proeza.  Nos estamos aplaudiendo a nosotros mismos, pensé.  Había sido una jornada dura.  La más dura de todas desde que salimos de Lisboa. En la que a las largas y empinadas cuestas había que añadir una lluvia, fina pero persistente, que nos acompañó en las primeras horas de la mañana y que nos hizo sudar a la mayoría bajo las ropas de agua.

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Camino de Alvaiázere

Además, a la distancia que a la etapa le otorgan las guías oficiales, que es de 31 km. Había que añadir las equivocaciones de cada uno, que hoy, me pareció, que habían sido generales.  Pues todos con los que hablé reconocían haber dado un rodeo de dos o tres kilómetros por no haber visto una flecha en una bifurcación del camino a los pocos kilómetros de Tomar.

El camino junto al río Nabao

El camino junto al río Nabao

Hubiera eludido el descanso, dejarlo para unos kilómetros más adelante, pues hacía apenas dos que me había detenido media hora, pero lo tuve que hacer; pues tras los primeros segundos del recibimiento una de las mujeres del grupo me mostró los quevedos que yo había dado por perdidos hacía un par de horas.  Eran sin duda mis quevedos, pues no hay muchos y menos con la diminuta montura de color rojo. Los había encontrado su marido tirados en uno de los montes, diez o doce kilómetros atrás.  Se lo agradecí enormemente.  Tengo un par de gafas más en la mochila; pero los quevedos me resultan muy cómodos para llevarlos a mano, por lo poco que ocupan y pesan.

Camino de Alvaiázere

Camino de Alvaiázere

El primer alto lo hice en el lugar de Calvinos.  todavía llovía y me detuve en el único lugar que encontré, el Café Cabeleira.  Un café pequeño, con tan solo dos mesas pegada a la pared para dejar espacio ante la barra que no medí más de seis metros de largo.  Lo atendían dos mujeres, madre e hija, quienes a la vez se hacían cargo de un pequeño super que no vi que tuviera puerta a la calle, pero que tenían organizado en la trastienda del bar.   Allí le pregunté a una mujer que estaba de visita, pues no vi que consumiera nada, por los muñecos que había por la carretera.  Es por mayo, de dijo.  ¿Pero se ponen por algo, con alguna intención?  le pregunté.  Por tradición, me dijo.  Y añadió, ya se ponían en tiempos de mi abuela.  Y calculé que me hablaba del siglo XIX.

Muñecos de mayo. Calvinos

Muñecos de mayo. Calvinos

muñecos de mayo. Calvinos.

muñecos de mayo. Calvinos.

Con la mujer que me entregó los quevedos hice los últimos kilómetros de la etapa.  Iba un poco más lenta que yo; pero me aguanté.  Me alcanzó cuando me detuve a hacerle una foto a una vieja encina.  También le gustó el árbol y me contó que en Suiza, donde vive con su marido y donde lo hacen también sus hijos y sus nietos, hay un bosque muy bonito en que los árboles están podados de tal manera que, por sus formas, los puedes identificar con diferentes personajes históricos ( qué horror, pensé) y me habló de su amor por los árboles y las plantas en general y que para una asociación protectora del medioambiente ella daba dinero todos los años, como también daba para la cruz roja, la protectora de animales y no sé cuantas entidades más.

Camino de Alvaiázere

Camino de Alvaiázere

Habló mucho, pero me entretuvo y los últimos kilómetros, que siempre son los más pesados, los hice con menos lamentos que de costumbre.  Y fue en ese tramo, mientras caminábamos por unas pistas adoquinadas, cuando me contó que una gata se había enamorado perdidamente de su marido. Por un instante  imaginé que me hablaba de una mujer morena, de ojos verdes, explosiva y seductora.  Pero no, era un gato,  una gata normal, de lengua áspera, patas cortas y pelo espeso.   Al principio les hacía gracia que aquel bicho que había pasado una mañana por su jardín le hubiera cogido tanto amor a su marido. Empezó como un encuentro fortuito en el que el hombre le ofreció un trozo del queso que estaba comiendo.  “Fue un flechazo, me dijo mi compañera de caminata, desde aquel encuentro no hubo día en que la gata no viniera a ver a mi marido.  Y cada vez sus visitas se prolongaban durante más tiempo”.

Camino de Alvaiázere

Camino de Alvaiázere

“A mi no me hacía gracia tener un animal en casa que dependiera de nosotros”, me contaba la mujer.  “Nuestros hijos se habían independizado y mi marido y yo empezábamos a movernos más, a viajar, y no nos apetecía tener a nadie que nos atase.  Y menos un gato o un perro.  Pero cuando la gata decidió por su cuenta venir a vivir a nuestra casa, no encontrábamos forma de separarnos de ella.  La oportunidad la encontramos al planificar un viaje fuera de la ciudad.  La llevamos a un centro de la protectora de animales, la dejamos y nos fuimos.  A la vuelta -siguió contándome- fuimos a negociar que se quedara allí o que se le buscara una casa que la acogiera; pero la mujer de la protectora dijo que no había comido nada en los ocho días  de nuestro viaje y que estaba muriéndose.  Pedimos verla y la gata revivió al vernos”.

“La gata volvió con nosotros para casa.  Yo le puse de nombre Lilí y alguien dijo que posiblemente fuera la reencarnación de una antigua enamorada de mi marido”.  Ahí yo la miré disimuladamente para ver si sonreía o iba en serio, pero fue lo suficientemente ambigua para dejar que yo decidiera lo que más me gustase.

Camino de Alvaiázere

Camino de Alvaiázere

Seguimos caminando en silencio pues no siguió hablando de la gata ni de otro asunto.  Pienso que intencionadamente para dejarme dandole vueltas a la historia.  Dados unos cien pasos y, por corresponder a aquellas historias, le dije que había tenido un perro durante 15 años, creo que le dije la raza y que había venido de Cuba.  Fue suficiente para que ella retomase la historia de amor de la que ya era Lilí.  Entró en los detalles del día a día, contó historias y anécdotas de entendimientos, dándome a entender la  relación que Lilí acabó teniendo con ellos, que a mi me bastó para dimensionarla con dos detalles.  Lilí tenía sitio en la mesa.  No comía pero se sentaba ocupando una silla porque le gustaba estar presente en la celebración de cualquier evento por pequeño que fuese.  Y de Lilí le dijo un día su marido: ¿Te das cuenta de la cantidad de amor que nos ha dado esta gata?

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Doce años después de aquel día en que el hombre le dio un trozo de queso que estaba comiendo en el jardín de su casa, se murió Lilí y “sus restos incinerados esperan en una cajita de madera para unirlos a los de mi marido el día que se muera.  O a los míos si yo me muero antes, pues los dos queremos que permanezca junto a nosotros”.

Y en esto llegamos a Alvaiázere y nos pusimos a hacer cola en las escaleras del albergue Pinheiros.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

DSC03450

Quinta da Cortiça-Casa da Torre

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Quinta da Cortiça-Casa da Torre

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Camino de Alvaiázere.

Café Cabeleira. Calvinos

Café Cabeleira. Calvinos

Café Cabeleira. Calvinos

Café Cabeleira. Calvinos

Muñecos de mayo.

Muñecos de mayo.

Saliendo de Tomar

Saliendo de Tomar

Saliendo de Tomar

Saliendo de Tomar

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