En Pontedeume hubo “festa a cachón e cachón a porta” que es como Josefa describía una fiesta “de la pera” (Valga la expresión para estas fiesta de Pontedeume, la de Las Peras). Cuando me retiraba se quedaban las terrazas sin una silla libre y las pandillas subían hacia la verbena cargados con una bolsa del súper cada uno. Botellón mayúsculo, me imagino.
Por la mañana –ver foto- las calles estaban imposibles. A la puerta del Mar del Norte, una pareja de adolescentes esperaba la mañana sentados en el alfeizar de la ventana del bar. Les saludé y me respondieron con cierto desconcierto. Sería porque pronuncié un “Buenos días” con notable claridad.
Lo de darme una habitación para atrás funcionó. La música de la verbena del último día de Las Peras fue un ronquido del que me desentendí con facilidad. Descansé y a las seis estaba preparando los detalles de la ruta. A las siete y media salí a la calle a buscar el Camino de Santiago que pasaba unos metros más arriba del Mar del Norte.
La salida de Pontedeume es una larga cuesta de algo más de un kilómetro que te deja en el medio del campo. Hoy ha sido un día de muchas cuestas no muy largas, pero sí con mucha pendiente. En la primera, en la de la salida de Pontedeume, me detuve hacia la mitad a mirar atrás para ver cómo se despertaba el pueblo a la orilla del eume. Le hice la foto.















































